sábado, 21 de noviembre de 2015
domingo, 11 de octubre de 2015
LOS DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA
humanización del conflicto o estrategia de guerra?(1)
humanization of the armed conflict or strategy of war?
1Juana Schlenker,2Manuel A. Iturralde
1antropóloga de la Universidad de los Andes, Master en Antropología Visual de Goldsmiths College (Universidad de Londres).
2profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes.
RESUMEN
En Colombia los derechos humanos son principios normativos reconocidos por todos los grupos armados involucrados en el conflicto armado; sin embargo, en la práctica su violación se ha incrementado en las últimas décadas. Este artículo explora la manera en que las FARC, el ELN y las AUC entienden e incluyen en su discurso político los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario, y pone de manifiesto la brecha que existe entre sus discursos y sus acciones. Los derechos humanos y el DIH se han convertido de esta manera en armas políticas dentro de la lógica de la guerra.
El artículo considera el contexto más amplio en el que se desarrolla el conflicto armado colombiano para resaltar la dificultad que implica pasar de la retórica a la práctica de los derechos humanos. Se aborda así la manera en que se construyen relaciones sociales, lenguajes e identidades que reproducen la violencia, favorecen la exclusión y dificultan la apropiación del discurso de los derechos humanos. El artículo concluye con una serie de reflexiones sobre la posibilidad de que los derechos humanos recuperen su poder transformativo dentro del contexto colombiano y dejen de ser un discurso vaciado de contenido y manipulado dentro de la lógica de la guerra.
Palabras clave: Derechos humanos, conflicto armado colombiano, actores armados, discurso político.
SUMMARY
In Colombia human rights are normative principles recognized by all the illegal groups involved in the armed conflict; nevertheless, their violation has increased during the last decades. This article explores the way in which the FARC, the ELN and the AUC understand human rights and Humanitarian International Law and include them in their political discourse, showing the distance that exists between their discourse and their actions. Thus, human rights have become political weapons within the logic of war.
The article takes into consideration the wider context of the Colombian armed conflict in order to understand the difficulty of moving from rhetoric to practice regarding human rights. Thus, the article tackles the construction of social relations, languages and identities that reproduce violence, favor exclusion and hinder the appropriation of human rights. The article concludes with a series of reflections about the possibility of regaining the transformative power of human rights within the Colombian context, so that they are no longer manipulated within the logic of war.
Key words: Human rights, Colombian armed conflict, illegal armed actors, political discourse.
Introducción
Durante los últimos quince años, y dentro del contexto del conflicto armado colombiano, el Estado, los grupos alzados en armas y la sociedad civil han usado de manera profusa el discurso de respeto a los derechos humanos; sin embargo este discurso ha tendido a vaciarse de contenido al enfrentarse a un escenario donde su vulneración es continua y reiterada en medio de una gran impunidad.
La brecha entre la teoría y la práctica de los derechos humanos deja la sensación de que este discurso es utilizado por los grupos alzados en armas para la consecución de fines e intereses estratégicos más que por un compromiso real con dicho ideal humanitario. Tal uso estratégico ha dado lugar a una pérdida de confianza de la sociedad colombiana en el carácter emancipador de los derechos humanos y en su capacidad de transformar la realidad.
sábado, 10 de octubre de 2015
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jueves, 3 de septiembre de 2015
POLÍTICA Y PERSUASIÓN
POLÍTICA Y PERSUASIÓN
(Las prácticas políticas como prácticas discursivas)
Por: Raúl
Alberto Botero Torres
Universidad Nacional de Colombia-Sede
Medellín
Facultad de Ciencias Humanas y
Económicas
Departamento de Ciencia Política
UNO.
|
Este
texto tiene un propósito fundamental: mostrar de la manera más clara y
contundente que sea posible el carácter argumentativo o mejor , persuasivo, de
las prácticas políticas, en tanto que prácticas discursivas. Esta afirmación que contiene la tesis a
sustentar, implica trasegar un camino que comienza con el análisis de las
prácticas discursivas desde la perspectiva dada por El Análisis Crítico del
Discurso, continua con una asunción del carácter persuasivo que ellas revisten,
en la medida en que pueden ser asumidas como procesos materiales generadoras de
una forma de valor que nomenclamos como significación y termina, por lo menos
provisionalmente, con unas conclusiones y derivas. Estas últimas son, por supuesto, discutibles.
Planteo
como dominante el carácter persuasivo y no exactamente el argumentativo porque
este último presupone una apelación a la racionalidad de los sujetos
intervinientes en el proceso de intercambio simbólico que tiene lugar a partir
de unos intereses que van desde lo prosaico de lo material hasta lo poético de
lo imaginario. Una mirada a las prácticas políticas que tienen lugar en el
contexto de la sociedad colombiana contemporánea, así no supere el umbral de
superficie, muestra de una manera bastante explícita que ellas están
recurriendo a los afectos y las pasiones de los sujetos convocados y no a su capacidad de análisis, cualquiera
que ésta pudiera ser.[1]
Adicionalmente, uno pudiera esgrimir como fundamento de la argumentación el
carácter peyorativo que reviste en la mayoría de los casos el ocasional
tratamiento de los presupuestos centrales de la teoría de la argumentación. [2]
El capital simbólico que muchos de los grupos y de los sujetos invierten para
participar de los procesos parece estar más del lado de lo instintivo que
coloca los sujetos en un eje de horizontalidad con los individuos de otras
especies, que del lado de la racionalidad constituidora de un principio de
diferencia.
En
este punto puede resultar significativo aludir a los presupuestos metodológicos
ya que son ellos los que marcan la dirección del trabajo realizado. Parto de
una hipótesis construida a partir la noción de práctica discursiva, en tanto
resulta un concepto de base para cualquiera consideración de la política
entendida como práctica generadora de significación[3].
A continuación me concentro en la consideración de la dimensión discursiva de
las prácticas políticas, ya que desde mi punto de vista estas resemantizan lo
real, en tanto giran alrededor de tres referentes: el Estado, el poder y la ley,
asumidos desde los ámbitos de lo simbólico y de lo imaginario. Finalmente,
intento inferir unas conclusiones que deben guardar con las premisas contenidas
en los planteamientos iniciales una relación interna que pueda ser calificada
de coherente. Dado que la teoría de base en este caso es la proporcionada por
la retórica, presupongo que es la posibilidad de argumentar y no la de
demostrar la que se impone.
DOS.
En el
campo teórico del Análisis Crítico del Discurso hay muchos nombres que pudieran
y debieran ser citados si el propósito es, como en este caso, aproximarse a la
política bajo el presupuesto de que esta se constituye como una práctica
discursiva. Me limito a algunos de ellos, ya que me resultan especialmente
significativos. Pienso en Teun Van Dijk, Norman Fairclough, Michael Meyer o
Ruth Wodak. Pienso en ellos, porque su trabajo a través de los años ha
permitido entender que a partir de los indicios contenidos en piezas
discursivas escogidas de una manera que parece cercana al azar, es posible
reconocer líneas de producción semántica que en última instancia resultan
teniendo un carácter explicativo. Van Dijk , por ejemplo, apunta a las
implicaciones que tiene el despliegue del discurso en las posibilidades de la
cognición social y en las connotaciones que resuenan en su interior desde las
demandas de las ideologías. Fairclough, por su parte, alude a las implicaciones
que tiene el análisis crítico en el vasto campo de las ciencias sociales. Un
aspecto importante que él considera es aquel que alude al discurso como un
momento en los procesos que materializan las prácticas sociales. Mientras Meyer
se ocupa de los aspectos operativos de los métodos utilizados por este enfoque,
Wodak trabaja de una manera exhaustiva el problema devenido de contemplar la
historicidad de los análisis realizados con una metodología crítica.[4]
Los citados y otros más que resultaría agobiante siquiera mencionar, logran con
su trabajo lo que aparece en el horizonte de sentido de las llamadas ciencias
sociales: visibilizar aquello que las ideologías dominantes intentan
recurrentemente ocultar o trivializar en una operación manipuladora que
supuestamente intenta explicar los ejercicios de dominación y de exclusión,
pero que termina convirtiéndolos en anodinos al mostrarlos como dados de una
manera que tiene que ver con la casualidad. Según esa estrategia manipulatoria
las cosas suceden como suceden porque responden a unas lógicas de lo natural y
no de lo social.
El
análisis derivado de la postura del ACD responde en primer lugar a una noción
de discurso según la cual este puede entenderse como “un concepto de habla que se encontrará institucionalmente consolidado
en la medida en que se determine y consolide la acción y, de este modo, sirva ya
para ejercer el poder”[5] Como bien puede
verse en esta acepción de discurso lo que aparece como determinante es la
noción de poder. Éste deriva su centralidad del carácter relacional que lo hace
semejante y distinto a la ideología y a la historia. Esta triple relación puede
ser asumida desde una perspectiva crítica, es decir evaluadora, que termine
mostrando su valor relativo en tanto responde a los intereses de un grupo
social y no del conjunto de la sociedad como generalmente es presentado.[6]
Ruth Wodak plantea que “una explicación
plenamente crítica del discurso requeriría por consiguiente una teorización y
una descripción tanto de los procesos y las estructuras sociales que dan lugar
a la producción de un texto como de las estructuras sociales y los procesos en
los cuales los individuos o los grupos, en tanto que sujetos históricos, crean
sentidos en su interacción con textos.”[7] Ahora bien, ya que ese discurso en la mirada
de Van Dijk está tan estrechamente relacionado con la cognición social y con la
ideología, es necesario, o por lo menos
procedente, dar cuenta de esas dos nociones.
Según
la profesora Cyntia Meersohn , que ha escrito una excelente
presentación del trabajo de Van Dijk , para éste las creencias cognitivas
fundamentales están en la base de las representaciones sociales compartidas por
los miembros de los grupos sociales y marcan de distintas maneras el horizonte
de sentido que termina siendo significativo en el proceso de configuración
identitaria de los sujetos como miembros de esos grupos. Si lo que está en
juego toda vez que los sujetos se inscriben en las prácticas discursivas, es la
manera como acceden al vasto e intrincado mundo de la cognición social,
entonces parece necesario, o por lo menos útil, asumir el discurso como una práctica
social que genera unas formas de sentido mediante las cuales se valora lo real
y se configura unas modalidades de realidad, en tanto que están basadas en la
interacción y en la negociación que relaciona a los miembros de unos grupos
sociales. Meersohn sostiene en otra parte de su texto sobre el pensamiento de
Van Dijk que “Las cogniciones sociales son estrategias y representaciones mentales
compartidas que monitorean la producción y la interpretación del discurso”[8]
Patrick
Charaudeau y Dominique Maingueneau, partiendo de la noción de práctica social
entendida como “una acción sobre el mundo: acción sobre uno mismo, sobre el
otro y sobre las situaciones”, plantean que las prácticas lingüísticas son
mucho más que un instrumento de comunicación o una representación del mundo.[9]
Lo plantean, en la medida en que consideran que éstas pueden asumirse
fundamentalmente como prácticas de producción de sentido, aunque también
pudieran entenderse como prácticas de reproducción o de transformación de ese
sentido, vinculado al mundo real y a las nociones de realidad que construimos a
lo largo de nuestras vidas. Más acá de ello hay una noción que debo mencionar.
Es la de formación de lenguaje, propuesta
por J. Boutet. Para él ésta puede entenderse como “un conjunto regulado de prácticas de lenguaje que organiza a estas,
según relaciones de fuerza, en prácticas
dominantes y prácticas dominadas”[10]
Esas
prácticas de lenguaje, insertas en el punto de entrecruzamiento de las teorías
foucaultianas y las marxistas, permite la configuración de la noción de
práctica discursiva. Esta puede considerarse como una forma de acción sobre el
mundo, en relación directa con las fuerzas sociales. Foucault entiende esas prácticas discursivas como “un conjunto de reglas anónimas, históricas,
siempre determinadas en el tiempo y en el espacio, que definieron en una época
dada y para un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las
condiciones de ejercicio de la función enunciativa”[11] Maingueneau
considera que las prácticas discursivas aparecen cuando “se trata de aprehender una formación discursiva en tanto es
inseparable de las comunidades discursivas que la producen y la difunden”[12] Finalmente, una
alusión a la Pragmática.
en la medida en que estudia las relaciones entre los lenguajes y las
condiciones materiales en medio de las cuales éstos son usados. En el estudio
de estas relaciones interesa de manera primordial entender a las segundas como
constituyentes de un contexto para la materialización de los primeros. Interesa
también tener en cuenta que uno de los presupuestos fundamentales de la teoría
pragmática es distinguir aquello que se expresa de aquello que se comunica. [13]
TRES.
He
señalado al comienzo de este texto las razones por las cuales considero que las
prácticas políticas son prácticas discursivas. Quisiera subrayar en este punto
dos cosas que me parecen primordiales: 1. Esas prácticas políticas tienen en su
base una lógica relacional que las lleva a buscar ser vinculantes e
incluyentes. 2. Esas prácticas resemantizan
lo real, en tanto redistribuyen las posibilidades de juego simbólico para los
sujetos en sus relaciones con el mundo real y con las posibilidades de expresar
de una manera clara sus percepciones.
He
dicho también que esas prácticas giran en torno a tres referentes discursivos:
El Estado, el poder y la ley. Pues bien parece ser la hora de precisar la
manera como los entiendo, en tanto que dispositivos discursivos que están
significando de nuevo cada vez que son usados en el contexto de delimitación de
lo real que apunta a la configuración de una forma de realidad.
En
primer lugar, entiendo El Estado como una macroestructura de sentido que deriva
su validez de su inscripción en el contexto de una formación social
históricamente determinada. Me parece que está más o menos claro que ese Estado
deriva su plena vigencia del reconocimiento de su legitimidad para regular de un modo cierto las relaciones
intersubjetivas y las relaciones estructurales que conectan a los grupos
sociales entre si.
En
segundo término entiendo el poder como esa capacidad ostentada por los grupos
sociales y por los sujetos interrelacionados que los constituyen de hacer algo
que les resulta pertinente o relevante y, más allá de ello, de lograr que otros
lo hagan bajo el presupuesto de que hacen lo que hacen, porque eso es lo deben
hacer. En otras palabras, que lo hagan bajo el presupuesto de que ello
constituye algo que responde a su naturaleza y no, como lo plantea un análisis
objetivo, que esa acción realizada es el resultado de la manera como ellos
interpretan lo real-real desde lo simbólico, pero, sobre todo desde lo
imaginario.
Finalmente,
entiendo la ley como “la regla social
establecida de modo permanente por la autoridad pública competente y sancionada
por la fuerza.”[14] Un análisis mínimo de esta noción nos
permite reconocer el carácter social que subyace en la ley, el papel legitimador de la autoridad
pública competente y la posibilidad sancionatoria de las fuerza. En la
formulación de la ley se resalta esa frontera flotante entre lo público y lo
privado. Como bien lo señala Ángel López García en un texto suyo sobre la
teoría de los límites, estos no solo muestran donde termina algo, sino también
donde empieza.[15]
A
diferencia de lo que no pudiera llevarnos a creer el sentido común, la urdimbre
de relaciones que hace político lo político se sustenta sobre la contradicción
generada por el antagonismo de quienes concurren a las prácticas políticas en
su condición de actores, para buscar, como dirían los sicoanalistas, el punto
de sutura que permite convertir lo político en política. Esto puede resultar
altamente significativo donde se ha ido abriendo paso la creencia ingenua de
que el debate se fundamenta en la posibilidad de lograr el consenso y no de
administrar el disenso. En palabras de Chantal Mouffe las posibilidades de la
democracia radical se fundan mas en el antagonismo de los participantes
demandando el respeto por la diferencia que en el engañoso acuerdo fraterno.[16]
Para Juan Manuel Vera esto supone “un
protagonismo de las pasiones en la política y la necesidad de movilizarlas
hacia objetivos democráticos, afirmando que no se puede reducir la política a
la racionalidad, precisamente porque la política indica los limites de la
racionalidad, con su perpetua construcción de antagonismos.”[17]
Las
teorías de la enunciación que pueden ser inscritas en el contexto de las
teorías pragmáticas pueden ser vistas como parte de una vasta revolución
teórica que llevo a un sector importante de los estudiosos del lenguaje a
interesarse por el lenguaje, considerándolo una forma de acción. El papel
jugado por autores como A.J. Austin, Jhon Searle, Emilio Benveniste y Patrick
Charaudeau, para citar algunos, nos permite una conclusión o una deriva, así
esta no sea muy definitiva y contundente. Esto nos lleva a plantear las luchas
políticas como una interlocución persuasiva que se fundamenta el respeto por el
otro a partir de la admisión de la diferencia antagónica. Es el derecho del
otro a fijar y defender públicamente su diferencia lo que aparece como una
exigencia para el uno. No sobra decir que el uno y el otro cobran validez no en
relación consigo mismos sino en sus relaciones con el antagonista. Ese que
siempre, absolutamente siempre, emergerá del análisis como mucho más que un
sujeto empírico. Ese sujeto funge allí a la manera de un destinatario
intermitente que evoca e invoca unas modalidades enunciatarias que lo llevan a
ser “un cuerpo de saber”. [18]
Un
proyecto político es siempre una posibilidad por materializarse en los términos
de una enunciación que a diferencia de lo que es usual en los procesos
enunciatarios no se la juega por el tiempo presente, sino por el futuro. No se
trata de lo que es, sino de lo que puede ser. Desde una perspectiva retórica no
importa tanto que puede ser verdad, como aquello que puede ser creído. Es como
diría Borges, un juego laberíntico de espejos en que nos remiten no aquello que
cada uno de ellos es, sino a lo que no es, es decir, a su significado.
[1] El ejercicio de la
política en Colombia parece estar identificada más por un ejercicio de los
afectos, en especial del odio y del miedo, que por los intereses derivados de
la condición de seres racionales.
[2] El Presidente de la Republica aludió alguna
vez a su dimensión de actor de la política con la siguiente expresión:”No soy
un retórico, soy un luchador de la política.” En sus palabras uno puede
reconocer una falacia nacida de un prejuicio: la retórica es palabrería.
Imposible no recordar a Platón.
[3] Esta consideración la hago desde la perspectiva del Análisis Crítico
del Discurso.
[4] Talvez no haya en el
Análisis Crítico del Discurso una noción más importante que la de crítica. Resulta fundamental en tanto
supera con creces los límites de una valoración que se enfrenta al falso dilema
de lo positivo de lo negativo y se asume como una evaluación rigurosa,
sistemática y coherente de aquello que constituye su objeto teórico.
[5] Link J, citado por Siegfried Jäger en su ensayo “Discurso y
conocimiento: aspectos teóricos y metodológicos de la crítica del discurso y
del análisis de dispositivos”.
[6] Todo proyecto político
tiene un carácter vinculante, es decir, llama a la inclusión de todos. Solo que
en la mayoría de los casos privilegia a unos grupos y excluye a otros, en una
estrategia que puede ser develada por el análisis crítico.
[13] En relación con la validez de la pragmática hay
básicamente dos posiciones: 1. Los que piensan que ella asume el significado de
las palabras como específicamente lingüística (ejemplo, Oswald Ducrot) y los
que consideran que este depende del funcionamiento global del pensamiento
(ejemplo, Donald Wilson).
[16] El Presidente de la Republica ha reiterado
en muchas ocasiones su percepción de las luchas políticas llamando al debate
fraterno, sin odios y sin antagonismos. Solo que muchas veces ese llamado se
acompaña de falacias ad hominen en las que ataca a las personas y no a los argumentos que esgrimen.
[18] La hipótesis es de la profesora Gladis Lucía
Acosta. En su acepción más radical esta concepción del sujeto permite ir más
allá del sujeto empírico y aún del locutor, accediendo a la noción de sujeto
como la de una posición ocupada precaria y transitoriamente por unas
modalidades de enunciación expresadas más allá de la conciencia, pero no más
allá del deseo.
lunes, 24 de agosto de 2015
LA ARGUMENTACIÓN POLÍTICA
LA ARGUMENTACIÒN POLÍTICA : UN EJERCICIO DE PODER
UNO.
Los
sofistas, en general; Gorgias, en particular, pueden ser vistos hoy como
maestros de la palabra argumentativa. Dicho más enfáticamente: como
practicantes de unas formas discursivas identificadas por el propósito de la
persuasión. Más que crear una escuela o una corriente de pensamiento pedagógico
en la cual fuese posible identificar maestros y discípulos, el objetivo
primordial de su trabajo parece haber sido el de lograr que los jóvenes que recibían
sus lecciones fuesen capaces de pensar siempre por si mismos. De la lectura de
sus textos me parece que podemos derivar
una serie de propuestas sobre el discurso, los sujetos y el lenguaje que
hoy, más de dos mil quinientos años después, siguen siendo pertinentes y
apropiadas.[1]
Los sofistas, vistos en la perspectiva de una teoría del discurso político
considerado como una forma particular y concreta de discurso argumentativo,
aparecen ahora como los adalides precursores de ese tipo de discurso que centra
el uso de todos sus recursos y el cumplimiento de sus objetivos en el logro de
una persuasión y no en el despliegue arrogante de una verdad que se presenta a
si misma como omnipresente y absoluta. Mejor dicho, el estudio de los trabajos
escritos por los sofistas nos pone en frente de una hipótesis según la cual la
verdad no constituye el centro de los procesos argumentativos.
domingo, 23 de agosto de 2015
LA CONSTRUCCIÓN DISCURSIVA DEL ODIO Y DEL MIEDO EN COLOMBIA
LA
CONSTRUCIÓN DISCURSIVA DEL ODIO Y DEL
MIEDO EN LA COLOMBIA CONTEMPORÁNEA
Raúl
Botero Torres
Departamento de Ciencia
Política-Facultad de Ciencias Humanas y Económicas
Universidad Nacional de
Colombia (Medellín)
Resumen
Una
aproximación a los procesos de argumentación política que se han dado en la
Colombia contemporánea, por modesta que pueda resultar, tiene que considerar
una serie de presupuestos teórico-metodológicos mínimos. En este caso éstos
están presentes desde El Análisis Crítico del Discurso, más exactamente
devienen del componente retórico de opción multidisciplinar. Metodológicamente
se consideran esenciales el método histórico y el hermenéutico en tanto que se abordan
los procesos argumentativos en su doble condición de empíricos y discursivos.
La tesis básica que intento desarrollar es que en la Colombia contemporánea hay
un resurgimiento muy enfático del macroproyecto conservador que ha identificado
la historia política de este país. Dicho macroproyecto se sustenta en la
construcción imaginaria del odio y del miedo. Pretendo a partir del análisis de
un corpus de piezas discursivas, que considero claves en el lapso histórico que
va de 1991 a 2010, sustentar la tesis propuesta.
Palabras
clave: Argumentación, imaginario político, conservatismo,
persuasión, falacias, democracia.
Abstract
An approximation, even a very modest one, to the
processes of political argumentation that have occurred in the recent history
of Colombia has to consider a minimum series of theoretical and methodological
considerations. In this case these elements are present within the Critical
Analysis of Discourse, more precisely arising from the rhetoric component, of
multidisciplinary option.
Methodologically, the historical and hermeneutic methods are considered
essential to approach the argumentative processes in its double nature, empiric
and discursive. The basic idea that I try to develop is that recently in
Colombia there is a very emphatic resurgence of the conservative macro project
that has marked the political history of the country. This macro project is
based on the imaginary construction of hate and fear. I intend to sustain the
former conclusion based on a collection of discursive pieces in the time lapse
between 1991 and 2010.
Key Words: Argumentation, political imaginary, conservatism,
persuasion, fallacy, democracy.
sábado, 22 de agosto de 2015
LAS RAZONES DEL SOFISTA
RAÚL BOTERO TORRES
LAS RAZONES DEL SOFISTA
(Una teoría de la argumentación política)
Medellín- 2010
A Gladys y a Natalia, por su-puesto
"Cuando no puedes
argumentar…golpeas"
ALBERT CAMUS
(“El Hombre Rebelde”)
.PRESENTACIÓN.
Talvez no
haya en los seres humanos una característica o un rasgo más significativo que
su competencia para conocer. Es tan definitivo este rasgo que uno podría
afirmar de una manera contundente que los humanos somos seres que sabemos y,
sobre todo, que sabemos que sabemos. Al
comprometernos en la pretensión de saber el mundo estamos constituyéndonos de
una manera inquietante y seductora al mismo tiempo. Podemos saber el mundo como
una forma de sabernos plenamente.
Esas
posibilidades de conocer tocan con diversos y, a veces, contradictorios
tópicos. En este caso interesa el de la política y sus posibilidades de
significar en el contexto de lo real, en la medida en que tiene una dimensión
discursiva. Ese intento por conocer los distintos aspectos de la política se
fundamenta en la convicción de que es importante asumir con urgencia una
reflexión teórica sobre la citada
dimensión. También, en aquella según la cual ésta puede y debe ser abordada
desde la perspectiva general de las Ciencias del Lenguaje y, más exactamente,
desde las Teorías del Discurso. Esas convicciones se fundamentan en el
reconocimiento del Estado, el Poder y la
Ley , como los referentes centrales de la política, en tanto
que una práctica discursiva. La hermenéutica de esos tres referentes se erige,
entonces, como la línea central del trabajo teórico que los politólogos hacen
de las prácticas que constituyen su objeto.
Me asisten
las precitadas convicciones en la medida en que considero las siguientes
hipótesis: A. Esta dimensión se constituye en tanto las prácticas políticas
tienen un carácter vinculante. B. Las teorías del discurso la abordan bajo la
presunción de que la lógica que la asiste y le sirve de fundamento es una lógica relacional. C.
Esta lógica implica una interpretación de la política que atienda a las variadas posibilidades que ella
ofrece de resemantizar lo real. D. Esas posibilidades, suponen una revaloración de la dialéctica de la
subjetividad, que termina asumiendo la noción de sujeto más como un conjunto de
posibilidades ofrecidas por los posicionamientos tenidos, que por una condición
ontológica fundamental ostentada por un elemento cualquiera del discurso. E.
Dado el carácter de constructo comportado por los referentes de la Ciencia Política ,
se hace imprescindible un análisis coherente y sistemático.
Esta
propuesta académica tiene unos objetivos que pueden resumirse de la siguiente
manera: 1. Abrir espacios para la investigación en Ciencia Política. 2. Diferenciar las nociones de demostración,
argumentación y persuasión. 3. Hacer una caracterización de la dimensión discursiva
de la política. 4. Aplicar los conceptos
citados al análisis de las prácticas políticas, independientemente del tipo de
participación que los sujetos tengamos
en ellas. 5. Ofrecer a los estudiantes de Ciencia Política los elementos
teóricos que les permitan un acercamiento a las teorías del discurso y de la
argumentación.
En el
presente texto, escrito como parte de una reflexión teórica sobre la política,
intento recoger, mostrar y explicar de una manera que resulte coherente y
comprensible, las condiciones de la discusión sobre la dimensión discursiva de
las prácticas políticas. Me interesa, sobre todo, proponer el debate a partir
de unas conjeturas y unas hipótesis que resulten contrastables. No pretendo el
consenso y el acuerdo. Aspiro si, a que todos podamos argumentar sobre las
posiciones que cada uno de nosotros asuma y a que respetemos las diferencias
que surjan, por agudas que estas puedan ser.
El texto se
abre con una introducción hecha con base en la pregunta ¿Qué significa
argumentar en política? Me interesa empezar resolviendo esa pregunta, así
sea de manera relativa y parcial, porque considero que esta es la pregunta de
base. Si tenemos algo que decir en frente de ella, entonces habremos comenzado
a trasegar un camino lleno de incertidumbres y de ambigüedades, pero también de
hallazgos en el horizonte del conocimiento. No busco la seguridad de una
respuesta absoluta y contundente. Procuro, más bien, tener argumentos y razones
para preguntar de una manera más fina y más cercana al espíritu investigativo
que a la ingenua seguridad de la creencia.
El primer capítulo alude a los postulados de la Pragmática. Ello
se justifica en virtud de las posibilidades que ésta tiene de explicar el
carácter intencionado de los usos que los sujetos le damos a los lenguajes.
También porque interesa resaltar que en los procesos de argumentación se hace
más o menos evidente la primacía de la llamada comunicación estratégica sobre
la llamada comunicación abierta u honrada. Interesa precisar a qué tipo de acción nos estamos refiriendo cuando
aludimos a las acciones lingüísticas. También resulta importante examinar la
teoría de los actos de habla, las estrategias discursivas y, sobre todo, el
carácter polifónico del acto de enunciación.
El segundo, está
dedicado a hacer una aproximación a la noción de discurso. Esta se ha ido
constituyendo en las últimas décadas como una categoría fundamental en el
contexto de los estudios sobre el lenguaje. Su abordamiento significa pasar de
lo abstracto y formal del lenguaje a lo pragmático devenido del acto
enunciatario. Por esa razón lo que interesa en este punto es examinar todos
esos mecanismos y procesos que permiten al lenguaje hacerse reconocible en el
discurso. Me parece primordial examinar el discurso desde su doble dimensión de
estructura y de proceso. Igualmente, estoy interesado en analizar las
modalizaciones como expresión de la subjetividad y como fundamento de una
tipología de los discursos.
El tercer capítulo involucra un examen mínimo, pero
coherente, de la teoría de la argumentación. Este examen comienza con un
rastreo histórico que compromete los aportes de la Retórica en la Antigüedad Clásica ,
pasa por los aportes del medioevo, hasta llegar a la actual Teoría de la Argumentación. Igualmente ,
intento abordar las categorías básicas en los procesos argumentativos. Me
interesan de manera primordial, la persuasión y la verdad. La primera, porque
la considero el eje dinamizador de toda argumentación. La segunda, porque la
ambigüedad de su papel hacen imprescindible su consideración.
El cuarto, y último de los capítulos del texto, se centra
en la argumentación política. En la medida en que esta es la parte nodular del
texto, resulta pertinente abordar todos y cada uno de los aspectos que hacen de
la argumentación política, una argumentación específica y particular. Empiezo
por contextuar en el ámbito del lenguaje todo propósito argumentativo, en la
medida en que supongo que le resulta pertinente y apropiado. Examino después lo
público, bajo el presupuesto de que constituye el
centro de todo el quehacer político, porque éste busca siempre la satisfacción
de los intereses colectivos, privilegiándolos frente a los individuales o
particulares. Me interesan los referentes del discurso político, pero, sobre
todo, las posibilidades de resemantizar lo real a partir de su uso
discriminado. Me atrae la posibilidad de encontrar nuevos valores o distintos
sentidos a unos significantes que básicamente aparecen como flotantes. A mi
modo de ver las teorías contemporáneas del lenguaje, entre ellas las derivadas
de las propuestas chomskyana, bajtiniana y perelmaniana, entre otras, nos
llevan a la hipótesis de que el lenguaje constituye el más político de los
temas. Por ello, precisamente por ello, es casi una evidencia que todo uso
efectivo y material del lenguaje constituye siempre y en todo lugar un
ejercicio de poder.
viernes, 14 de agosto de 2015
LOS MODOS DE CONOCIMIENTO
El problema de la verdad y
de los criterios de verdad. Lenguaje y conocimiento filosófico.
Verdad, coherencia, certeza. La verdad como
algo del ser: aletheia; la autenticidad, la confianza y la fiabilidad. La
verdad del juicio y de la proposición: adecuación. La verdad del razonamiento:
validez y coherencia. La verdad del entendimiento: seguridad y certeza. La
verdad como lo que no hay: posibilidad del ser y del decir. La verdad como
promesa: lealtad y fidelidad. La verdad del lenguaje: semántica y pragmática.
La verdad ética: veracidad.
En
los ámbitos del conocimiento empírico y del razonamiento lógico, o en los más
complejos aún de la acción práctica, utilizamos criterios de verdad para
evaluar lo que nos ocurre –a nosotros y a las cosas, y al lenguaje con el que
hablamos de todo esto–. Un acto humano consciente, voluntario, ya sea teórico o
práctico, sólo llega a realizarse del todo cuando el sujeto que lo ejecuta es
capaz de valorarlo –darle un sentido– y evaluarlo –determinar su grado de
verdad–. El problema surge cuando intentamos especificar mediante una sola
definición qué entendemos por ‘verdad’, porque, al ser muy distintas las
acciones y los objetos considerados en ellas, muy distintos son también los
criterios de verdad que les aplicamos, y los ‘tipos de verdad’ que cabe
apreciar.
Vamos a ir observando diversas formas de decirse la
verdad. Tal vez al cabo tengan todas algo en común, o tal vez descubramos que
sólo se trata del uso indiscriminado de un mismo término para referirse a
asuntos demasiado dispares. Esto es, puede ser que estemos ante un caso de
imprecisión lingüística. Al final del tema nos tendremos que enfrentar a esta
disyuntiva, y también habremos de reflexionar sobre la relación que se establece
entre el lenguaje y las cosas, porque lo que parece obvio es que el asunto de
la verdad sólo se le plantea a un ser que emite juicios sobre las cosas que le
conciernen y tiene la facultad de recapacitar sobre tales juicios.
sábado, 1 de agosto de 2015
GRAN BIBLIOTECA DE AJEDREZ
Ültima actualización junio 08/2015
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