23 de junio de 1993. Recién estrenado
el verano. Un matemático ocupa las primeras páginas de los periódicos del mundo
anglosajón y hasta El País le dedica media página. Se trata de un joven
profesor inglés, afincado en la universidad Princeton, Andrew Wiles, que estaba
impartiendo una serie de tres conferencias, con el poco atrayente título de Formas
modulares, ecuaciones elípticas y representaciones de Galois, en un congreso
matemático en Cambridge.
Muy pocas veces una conferencia de
matemáticas, incluso un congreso entero, suscita la atención de los
periodistas. Pero este congreso, y estas conferencias, iban a pasar a la
historia. Wiles había rellenado varias pizarras y al final, sin ninguna
estridencia y con una ligera sonrisa, modestamente dijo: "creo que lo
dejaré aquí".