RAÚL BOTERO TORRES
LAS RAZONES DEL SOFISTA
(Una teoría de la argumentación política)
Medellín- 2010
A Gladys y a Natalia, por su-puesto
"Cuando no puedes
argumentar…golpeas"
ALBERT CAMUS
(“El Hombre Rebelde”)
.PRESENTACIÓN.
Talvez no
haya en los seres humanos una característica o un rasgo más significativo que
su competencia para conocer. Es tan definitivo este rasgo que uno podría
afirmar de una manera contundente que los humanos somos seres que sabemos y,
sobre todo, que sabemos que sabemos. Al
comprometernos en la pretensión de saber el mundo estamos constituyéndonos de
una manera inquietante y seductora al mismo tiempo. Podemos saber el mundo como
una forma de sabernos plenamente.
Esas
posibilidades de conocer tocan con diversos y, a veces, contradictorios
tópicos. En este caso interesa el de la política y sus posibilidades de
significar en el contexto de lo real, en la medida en que tiene una dimensión
discursiva. Ese intento por conocer los distintos aspectos de la política se
fundamenta en la convicción de que es importante asumir con urgencia una
reflexión teórica sobre la citada
dimensión. También, en aquella según la cual ésta puede y debe ser abordada
desde la perspectiva general de las Ciencias del Lenguaje y, más exactamente,
desde las Teorías del Discurso. Esas convicciones se fundamentan en el
reconocimiento del Estado, el Poder y la
Ley, como los referentes centrales de la política, en tanto
que una práctica discursiva. La hermenéutica de esos tres referentes se erige,
entonces, como la línea central del trabajo teórico que los politólogos hacen
de las prácticas que constituyen su objeto.
Me asisten
las precitadas convicciones en la medida en que considero las siguientes
hipótesis: A. Esta dimensión se constituye en tanto las prácticas políticas
tienen un carácter vinculante. B. Las teorías del discurso la abordan bajo la
presunción de que la lógica que la asiste y le sirve de fundamento es una lógica relacional. C.
Esta lógica implica una interpretación de la política que atienda a las variadas posibilidades que ella
ofrece de resemantizar lo real. D. Esas posibilidades, suponen una revaloración de la dialéctica de la
subjetividad, que termina asumiendo la noción de sujeto más como un conjunto de
posibilidades ofrecidas por los posicionamientos tenidos, que por una condición
ontológica fundamental ostentada por un elemento cualquiera del discurso. E.
Dado el carácter de constructo comportado por los referentes de la Ciencia Política,
se hace imprescindible un análisis coherente y sistemático.
Esta
propuesta académica tiene unos objetivos que pueden resumirse de la siguiente
manera: 1. Abrir espacios para la investigación en Ciencia Política. 2. Diferenciar las nociones de demostración,
argumentación y persuasión. 3. Hacer una caracterización de la dimensión discursiva
de la política. 4. Aplicar los conceptos
citados al análisis de las prácticas políticas, independientemente del tipo de
participación que los sujetos tengamos
en ellas. 5. Ofrecer a los estudiantes de Ciencia Política los elementos
teóricos que les permitan un acercamiento a las teorías del discurso y de la
argumentación.
En el
presente texto, escrito como parte de una reflexión teórica sobre la política,
intento recoger, mostrar y explicar de una manera que resulte coherente y
comprensible, las condiciones de la discusión sobre la dimensión discursiva de
las prácticas políticas. Me interesa, sobre todo, proponer el debate a partir
de unas conjeturas y unas hipótesis que resulten contrastables. No pretendo el
consenso y el acuerdo. Aspiro si, a que todos podamos argumentar sobre las
posiciones que cada uno de nosotros asuma y a que respetemos las diferencias
que surjan, por agudas que estas puedan ser.
El texto se
abre con una introducción hecha con base en la pregunta ¿Qué significa
argumentar en política? Me interesa empezar resolviendo esa pregunta, así
sea de manera relativa y parcial, porque considero que esta es la pregunta de
base. Si tenemos algo que decir en frente de ella, entonces habremos comenzado
a trasegar un camino lleno de incertidumbres y de ambigüedades, pero también de
hallazgos en el horizonte del conocimiento. No busco la seguridad de una
respuesta absoluta y contundente. Procuro, más bien, tener argumentos y razones
para preguntar de una manera más fina y más cercana al espíritu investigativo
que a la ingenua seguridad de la creencia.
El primer capítulo alude a los postulados de la Pragmática. Ello
se justifica en virtud de las posibilidades que ésta tiene de explicar el
carácter intencionado de los usos que los sujetos le damos a los lenguajes.
También porque interesa resaltar que en los procesos de argumentación se hace
más o menos evidente la primacía de la llamada comunicación estratégica sobre
la llamada comunicación abierta u honrada. Interesa precisar a qué tipo de acción nos estamos refiriendo cuando
aludimos a las acciones lingüísticas. También resulta importante examinar la
teoría de los actos de habla, las estrategias discursivas y, sobre todo, el
carácter polifónico del acto de enunciación.
El segundo, está
dedicado a hacer una aproximación a la noción de discurso. Esta se ha ido
constituyendo en las últimas décadas como una categoría fundamental en el
contexto de los estudios sobre el lenguaje. Su abordamiento significa pasar de
lo abstracto y formal del lenguaje a lo pragmático devenido del acto
enunciatario. Por esa razón lo que interesa en este punto es examinar todos
esos mecanismos y procesos que permiten al lenguaje hacerse reconocible en el
discurso. Me parece primordial examinar el discurso desde su doble dimensión de
estructura y de proceso. Igualmente, estoy interesado en analizar las
modalizaciones como expresión de la subjetividad y como fundamento de una
tipología de los discursos.
El tercer capítulo involucra un examen mínimo, pero
coherente, de la teoría de la argumentación. Este examen comienza con un
rastreo histórico que compromete los aportes de la Retórica en la Antigüedad Clásica,
pasa por los aportes del medioevo, hasta llegar a la actual Teoría de la Argumentación. Igualmente,
intento abordar las categorías básicas en los procesos argumentativos. Me
interesan de manera primordial, la persuasión y la verdad. La primera, porque
la considero el eje dinamizador de toda argumentación. La segunda, porque la
ambigüedad de su papel hacen imprescindible su consideración.
El cuarto, y último de los capítulos del texto, se centra
en la argumentación política. En la medida en que esta es la parte nodular del
texto, resulta pertinente abordar todos y cada uno de los aspectos que hacen de
la argumentación política, una argumentación específica y particular. Empiezo
por contextuar en el ámbito del lenguaje todo propósito argumentativo, en la
medida en que supongo que le resulta pertinente y apropiado. Examino después lo
público, bajo el presupuesto de que constituye el
centro de todo el quehacer político, porque éste busca siempre la satisfacción
de los intereses colectivos, privilegiándolos frente a los individuales o
particulares. Me interesan los referentes del discurso político, pero, sobre
todo, las posibilidades de resemantizar lo real a partir de su uso
discriminado. Me atrae la posibilidad de encontrar nuevos valores o distintos
sentidos a unos significantes que básicamente aparecen como flotantes. A mi
modo de ver las teorías contemporáneas del lenguaje, entre ellas las derivadas
de las propuestas chomskyana, bajtiniana y perelmaniana, entre otras, nos
llevan a la hipótesis de que el lenguaje constituye el más político de los
temas. Por ello, precisamente por ello, es casi una evidencia que todo uso
efectivo y material del lenguaje constituye siempre y en todo lugar un
ejercicio de poder.