LA
CONSTRUCIÓN DISCURSIVA DEL ODIO Y DEL
MIEDO EN LA COLOMBIA CONTEMPORÁNEA
Raúl
Botero Torres
Departamento de Ciencia
Política-Facultad de Ciencias Humanas y Económicas
Universidad Nacional de
Colombia (Medellín)
Resumen
Una
aproximación a los procesos de argumentación política que se han dado en la
Colombia contemporánea, por modesta que pueda resultar, tiene que considerar
una serie de presupuestos teórico-metodológicos mínimos. En este caso éstos
están presentes desde El Análisis Crítico del Discurso, más exactamente
devienen del componente retórico de opción multidisciplinar. Metodológicamente
se consideran esenciales el método histórico y el hermenéutico en tanto que se abordan
los procesos argumentativos en su doble condición de empíricos y discursivos.
La tesis básica que intento desarrollar es que en la Colombia contemporánea hay
un resurgimiento muy enfático del macroproyecto conservador que ha identificado
la historia política de este país. Dicho macroproyecto se sustenta en la
construcción imaginaria del odio y del miedo. Pretendo a partir del análisis de
un corpus de piezas discursivas, que considero claves en el lapso histórico que
va de 1991 a 2010, sustentar la tesis propuesta.
Palabras
clave: Argumentación, imaginario político, conservatismo,
persuasión, falacias, democracia.
Abstract
An approximation, even a very modest one, to the
processes of political argumentation that have occurred in the recent history
of Colombia has to consider a minimum series of theoretical and methodological
considerations. In this case these elements are present within the Critical
Analysis of Discourse, more precisely arising from the rhetoric component, of
multidisciplinary option.
Methodologically, the historical and hermeneutic methods are considered
essential to approach the argumentative processes in its double nature, empiric
and discursive. The basic idea that I try to develop is that recently in
Colombia there is a very emphatic resurgence of the conservative macro project
that has marked the political history of the country. This macro project is
based on the imaginary construction of hate and fear. I intend to sustain the
former conclusion based on a collection of discursive pieces in the time lapse
between 1991 and 2010.
Key Words: Argumentation, political imaginary, conservatism,
persuasion, fallacy, democracy.
Introducción
Hoy, a comienzos de la segunda década del
siglo XXI los estudios sobre el discurso político siguen siendo bastante
precarios entre nosotros. A diferencia de lo que sucede en países como México y
Argentina, en Colombia sólo pueden reseñarse esfuerzos individuales, sin duda
meritorios, pero que no tienen, ni de lejos, la fuerza de una tendencia teórica
definida en los contextos de los estudios sobre el lenguaje o los de las
ciencias sociales. Si a lo anterior, le adicionamos el componente del Análisis
Crítico del Discurso, entonces el panorama es mucho más precario.
Entre los esfuerzos
individuales hay que destacar en primer término el nombre de Justo Morales
Álvarez y María Teresa Cortés, quienes se han dedicado durante muchos años al
análisis de los discursos que las elites dominantes han producido a lo largo de
las últimas décadas sobre los grupos insurgentes, que, como cualquiera puede
suponerlo, generan un dispositivo discursivo que aparece replica del que
expresa a esas elites ya mencionadas. Los profesores Morales y Cortés
evidencian en sus trabajos una convicción que resulta nodular en el campo del
Análisis Crítico del Discurso.[i]
Esa convicción alude al carácter de práctica social que siempre reviste la
práctica lingüística. A mi juicio esto resulta muy importante en los trabajos
de los citados colegas y de otros, porque pone de presente la dimensión de
construcción colectiva que tiene todo lenguaje, incluso aquel que en su
estructura de superficie aparece como más íntimo y personal.
Un segundo nombre
que quiero mencionar en este punto es de la profesora Gladys Lucía Acosta Valencia.
Sus trabajos sobre el tema de la participación política pienso que lo ameritan
ampliamente. Lo pienso, en tanto que la profesora Acosta aborda el tema de la
participación desde una doble perspectiva dada por los trabajos de Patrick
Charaudeau y Teun Van Dijk. Más exactamente, desde la noción de contrato
comunicativo que ha propuesto desde hace tiempo el primero de ellos y desde la
noción de ideología que durante muchos años ha desarrollado teóricamente y ha
aplicado el segundo. La profesora Acosta ha centrado sus trabajos de este tipo
en el ámbito empírico de la ciudad de Medellín, pero sus propuestas
metodológicas desbordan con creces esos límites geográficos. Los resultados de
su trabajo pueden y deben ser enriquecidos por la discusión, porque están ahí,
sobre la mesa de trabajo para un debate abierto.
La Universidad
Javeriana le publicó en el año 2001 al profesor Fernando Giraldo García un
texto sobre el discurso político de la Unión Patriótica, centrado en la
percepción que este grupo político tenía de la democracia. Este libro viene a
complementar que el mismo profesor Giraldo había publicado por su propia cuenta
y riesgo, exactamente diez años antes y que curiosamente apareció como más
ambicioso, pues aludía al discurso político de la izquierda en general. Desde
nuestra perspectiva de trabajo hay un elemento que hemos de considerar: el
profesor Giraldo no trabaja desde la perspectiva del ACD. Quizá por ello, su
trabajo resulta muy descriptivo y se ubica teóricamente muy lejos del intento
por enfrentar la recuperación simbólica
de lo real que resulta estratégico para los intereses del análisis crítico.
En los últimos
diez años han aparecido trabajos de algunos colegas que bien pudiéramos
considerar como “compañeros de viaje”, en la medida en que abordan los temas
del discurso político desde perspectivas teóricas y metodológicas muy cercanas
al ACD, pero que siguen siendo diferentes a las que esta propuesta
multidisciplinar está ofreciendo desde mediados de la década de los años
setentas cuando colegas como Teun Van Dijk, Ruth Wodak y Norman Fairclough se
reunieron en Amsterdam para conjugar esfuerzos y trazar los límites de lo que
hoy tenemos.
Entre esos nombres
podemos citar el de Rafael Ballen, quien con su texto sobre Álvaro Uribe se
ubica en la perspectiva de un análisis teórico de la propuesta política que
éste ha defendido desde hace por lo menos veinte años, pero que se hizo
conocida para muchos colombianos en los últimos diez años.[ii]
Un segundo nombre que puede citarse es el de Silvia Inés Jiménez Gómez, que en
el año 2004 participó en el III Congreso Nacional de Estudios del Discurso, con
un trabajo sobre la dimensión retórica en el discurso de Álvaro Uribe Vélez
sobre el conflicto armado. En tercer lugar, quiero citar el nombre de Catalina
Montoya Gómez, cuya tesis de maestría sobre la relación del ex presidente Uribe
con los medios merece una lectura atenta, en tanto revela de manera explícita
que la imagen que muchos colombianos tienen del ex mandatario es una
construcción desde lo imaginario que poco o nada tiene que ver con lo que sucede en el mundo real.[iii]
Finalmente, me gustaría citar el nombre de Laura Quintana Porras quien con su
reflexión sobre los temas de la democracia, el conflicto y la violencia desde
las posibilidades que brinda el examen sobre el grupo “Marcha Patriótica” desde
la Filosofía Política, marca un hito importante en los estudios que en Colombia
se han dado sobre los procesos políticos.
Más allá o más acá
de estos nombres, subsiste una pregunta:¿ Por qué en Colombia no ha logrado
cimentarse una tradición crítica que examine con rigor y objetividad los
procesos políticos en su dimensión argumentativa? Llama la atención esta
falencia colectiva porque para nadie es un secreto que esas prácticas políticas
comportan una recurrencia permanente a las estrategias y a las figuras
retóricas. Parece por lo menos curioso que esto suceda porque una rápida
revisión de la historia política del país en los últimos cien años nos muestra
la importancia que han tenido para los políticos de todas las tendencias los
medios masivos de comunicación. Aún ubicándose en el terreno cenagoso del
sentido común, esos políticos pueden de alguna manera saber que esos medios no
existirían sin los lenguajes y sobre todo, sin la capacidad persuasiva que estos
ostentan.
EL MARCO TEÓRICO
Desde la presentación inicial del artículo
señalé que mi perspectiva estaba dada por el ACD en términos macro y por su
componente retórico en términos micro. Me parece necesario en este punto
sustentar porque ambas posibilidades sustentan el examen que pretendo hacer.
Como lo señalé un
poco más atrás la corriente multidisciplinar del ACD irrumpe en los contextos
de las ciencias del lenguaje y más allá de éste en el de las ciencias sociales
a mediados de la década de los años setentas. No pretendo, por razones que
resultan casi obvias, hacer una historia de este proceso. Me interesa, en
cambio, señalar de la manera más precisa que me sea posible reseñar los
elementos constitutivos del análisis crítico como posibilidad real y objetiva
de entender el cúmulo de implicaciones que tiene el ACD. Pienso que esto último
resulta mucho más interesante en la medida en que permite evaluar su impacto en
el contexto histórico social que nos ha competido vivir, pero también en ese
contexto más particular de las llamadas ciencias del lenguaje.
Para adelantar esa
evaluación que me propongo hacer pienso que el punto de partida para el
análisis es aquel presupuesto que distintos teóricos, inscritos todos en el
ACD, han planteado desde el comienzo. Ese presupuesto alude de manera explícita
al carácter social de toda práctica
lingüística. Pienso que es importante empezar por allí en tanto es esa
consideración la que en última instancia nos va a permitir subrayar en el nodo
de relaciones que se establece cada que unos sujetos hacen uso efectivo de los
lenguajes. Hacer uso de un lenguaje es, desde la perspectiva del ACD,
establecer los límites y las posibilidades que brinda ese doble acto de
apropiación y de devolución respecto del mundo real. Dicho de otra manera, cada
vez que un sujeto o un grupo de sujetos hace uso efectivo de un lenguaje lo que
se pone en ejecución es un dispositivo múltiple que genera unas formas de valor
que van desde lo simbólico hasta lo imaginario.[iv]
Cuando uno se
centra en el análisis crítico uno puede reconocer con cierta facilidad tres
elementos nodulares o centrales, que son la Ideología, la Historia y el
Discurso. Esas tres nociones están tan estrechamente relacionadas que es
necesario considerar a cualesquiera de ellas en relación con las otras dos. Sin
embargo, una primera aproximación permite una cierta individualización y a ella
me acojo.
Empiezo por el
tercero de esos conceptos. A lo largo de los últimos cuarenta años se han hecho
muchas elaboraciones sobre la noción de discurso que lo abordado en distintas
direcciones y grados. Me gustaría señalar aquí y ahora una concepción del
discurso según la cual éste significa lo efectivamente expresado por un sujeto
en medio de un contexto sico-social. Este uso empíricamente determinable
discurre simultáneamente en dos niveles, según lo ha propuesto Patrick
Charaudeau en un texto suyo sobre el contrato comunicativo. Me parece
importante esta noción de discurso en tanto que apunta a la construcción de la
realidad, diferenciada de la categoría de lo real.[v]
En esa práctica generadora de sentido que es la práctica discursiva es preciso
reconocer las múltiples y complejas relaciones tejidas entre los sujetos que
usan efectiva y materialmente los sistemas y éstos propiamente dichos. Los unos
dotados de voluntad, pero sobre todo de deseo, ofrecen a los segundos una
posibilidad de conversión que lleva de lo abstracto a lo concreto. Los otros,
ofrecen a los primeros una gama de matices tan amplia que es imposible
describir sumariamente. De alguna manera es como si pudiéramos conjeturar que
los individuos de la especie humana disponen de unos mecanismos en su
mente-cerebro que usan efectivamente en un contexto social, en la medida en que
éste les brinda un espectro de posibilidades de ejecución.[vi]
Teun A van Dijk en
un texto del cual figura como compilador y autor señala lo siguiente:
“El discurso, sin embargo,
tiene otra dimensión fundamental que recibió menos atención en el primer
volumen y que será centro de atención especial en el segundo. Se trata del
hecho de que el discurso es, también, un fenómeno práctico, social y cultural. Como vimos en nuestro ejemplo del
discurso parlamentario, los usuarios del lenguaje que emplean el discurso
realizan actos sociales y participan
en la interacción social, típicamente
en la conversación y en otras formas
de diálogo.” (2000: 21)
De esta alusión de van Dijk al discurso
quiero destacar aquello de que el discurso es “también, un fenómeno práctico, social y cultural.” Lo subrayo, en
tanto que me parece bastante claro el énfasis en el carácter social de esa
producción discursiva. Repito, aún en aquellos casos en que parece ser
competencia exclusiva de los individuos por su estructura de superficie íntima
y personal. Igualmente, me parece importante enfatizar en la noción de actos sociales que tienen los actos de
lenguaje. Más allá de ello, al carácter de interacción social que van Dijk le
asigna a la conversación y, como él lo dice, a otras formas de diálogo.
Pero quizá hay
precisión que resulta mucho más importante en relación con el discurso y es
aquello de que en éste muchas de sus propiedades pueden ser descritas no solo
como estructuras abstractas, sino también como “realizaciones estratégicas”. Otra vez van Dijk:
“Lo que es válido en lo referente a las
estructuras del discurso lo es también para su procesamiento mental y para las
representaciones requeridas en la producción y en la comprensión: la cognición tiene una dimensión social que
adquiere, utiliza y modifica en la interacción verbal y en otras formas de
interacción.”(2000: 22)
Según van Dijk hay un aspecto en el
discurso que es preciso subrayar: es aquel que alude a las funciones sociales
de los discursos en el interior de las instituciones, los grupos o la sociedad
en general. Como bien se sabe esas funciones lo que explican de una manera que
puede resultar satisfactoria es el conjunto de condiciones que respaldan las
relaciones entre elementos al interior de un conjunto, de acuerdo con unas reglas
y unos principios.
En segundo lugar,
quiero aludir a la categoría Historia. En una primera aproximación a este
elemento quisiera desligarme de manera explícita de aquella noción ingenua que
asume la Historia como un recuento pormenorizado de hechos, nombres y fechas
que han tenido lugar a lo largo y ancho del tiempo. Quiero, deliberadamente,
entender la Historia como ese movimiento de lo real, cuyo análisis nos permite
entender las regularidades y las rupturas que se han presentado efectivamente
en el contexto de una sociedad determinada. En otras palabras, me interesa
traer aquí una noción de Historia que si bien tiene en cuenta las variables
tiempo y lugar, hace énfasis en las relaciones establecidas entre ellas y sobre
en las cargas de sentido que estas generan en tanto que se están estableciendo.
Norman Fairclough
es uno de los teóricos del ACD que más ha trabajado la perspectiva histórica.
Por eso resulta tan importante retomar de sus obras nociones como las de representación e identidad. Resulta estratégico para los intereses del análisis en
la medida en que constituyen la vía más expedita para entender porque los
discursos son siempre construcciones históricamente determinadas que permiten a
los sujetos y, sobre todo, a los grupos sociales apropiarse simbólicamente del
mundo real, definiendo las líneas básicas de un proceso de significación
siempre cambiante.
Para Fairclough
los discursos permiten recuperar simbólicamente los movimientos de lo real en
tanto que responden a una combinatoria que se fundamenta en una lógica
relacional que resulta estratégica para los intereses del ejercicio analítico
cada que alguien hace historia sobre la Historia; es decir, cada vez que
alguien lleva a cabo un trabajo en el cual se combinan las dos acepciones de la
noción de Historia: como movimiento de lo real que constituye formas de
realidad en un tiempo y en un lugar que le resultan propios, y como análisis
objetivo de esos movimientos en el propósito de develar las regularidades
existentes. Fairclough lo señala muy claramente cuando afirma que:
En
realidad, un discurso real puede construirse a partir de dos o más tipos de
discursos,
y en principio, las posibles combinaciones entre los tipos de discurso,
son
innumerables. Más que como implementación mecánica, el discurso
debería
pensarse como una ampliación creativa de los recursos existentes,
mediante
recombinación…(1989: 31).[vii]
De esta cita quiero destacar el carácter
de constructo que este autor le señala al discurso en una perspectiva teórica.
Pienso que es importante subrayarlo porque nos exime a todos de caer en la
tentación de creer que los discursos, considerados siempre como expresiones de
lo real que terminan configurando una noción de realidad, de alguna manera nos
pre-existen en el mundo social en el que vivimos. Lo que sucede es algo bien
distinto: todos nosotros inscritos en el contexto múltiple y diverso de la
Historia Social, vamos construyendo, más allá de nuestra voluntad, pero no más
allá de nuestro deseo, una urdimbre de relaciones que siempre nos permiten
definir una identidad que aunque precaria e inestable, es la única identidad
que podemos tener.[viii]
Finalmente, quiero
aludir a la noción de ideología. Lo que podamos entender por tal cosa resulta
muy importante en el campo del ACD. Está siendo de tal manera porque se
relaciona de una manera bastante compleja y diversa con la noción de poder, en
todas aquellas variantes en que puede ser analizado desde esta perspectiva.
La noción de
ideología al igual que la de Historia y la de Discurso ha sido abordada de
muchas y contradictorias maneras. Entre todas las opciones existentes me parece
convincente aquella que la entiende como la asunción de lo real desde los
umbrales de lo imaginario. Esta acepción de la ideología es propuesta, por
ejemplo, por Julia Kristeva en su libro sobre Artaud. Precisamente porque la
ideología puede ser abordada de múltiples, diversas y a veces contradictorias
maneras, es que tienen sentido las discusiones que en y por fuera de las
teorías materialistas y dialécticas se han dado sobre el tema. Recuérdese,
entre otras cosas, las muchas y a veces trágicas consecuencias que esas
diferencias han traído en el campo del marxismo.
Desde Marx hasta
los teóricos actuales ha ido siendo considerada como el resultado múltiple y
complejo de las mediaciones operadas en los individuos y en los grupos
sociales. Esas mediaciones a las que estoy aludiendo se pueden entender como la
intervención bidireccional de lo uno en lo múltiple. El Materialismo Dialéctico
le permitió a Marx dimensionar el carácter relacional de las ideologías. Más
acá de Marx, teóricos como Ernesto Laclau y Teun A van Dijk han contribuido de
distintas maneras y en diferentes grados a una explicación satisfactoria de la
ideología.
El marco histórico-social
El lapso histórico que me interesa
considerar en este caso es ese que va de 1991 a 2010. Pienso en este tiempo que
pertenece a nuestra más inmediata contemporaneidad por varias razones. La
primera de ellas se deriva de una consideración hecha por Carlos Marx, según la
cual en el presente están las claves del pasado. Pienso que puede resultar útil
para el análisis histórico en tanto que nos exime de creer que un seguimiento
lineal de los hechos puede darnos sin más una explicación de lo sucedido a
través del tiempo en lo que tiene que ver con la historia política de este
país.
La
época considerada arranca con dos hechos contradictorios entre sí. De un lado
se trata de la expedición de la Constitución Política de 1991, considerada por
muchos como la expresión constitucional más progresista y democrática que
pudiéramos tener. Hay dos razones esta imagen es tan reiterada entre los
colombianos. La primera de ellos tiene que ver con la incorporación de los
llamados derechos fundamentales a un texto político y jurídico como este. La
segunda, tiene que ver con la declaración de que Colombia a partir de ese
momento es un Estado Social de Derecho. Esa constitución ha sufrido en los
últimos veinte años numerosos ataques de los sectores más reaccionarios de las
elites dominantes que se resisten a aceptar que la Colombia confesional que
tuvimos durante más de cien años ya no existe, por lo menos en el plano formal.
De otro lado está la propuesta neoliberal de una economía abierta completamente
a las dinámicas del mercado internacional. Aunque se presenta como modernizante
resulta siendo, en las condiciones reales del país, una tragicomedia. Abrirnos
a los mercados mundiales cuando no tenemos una infraestructura ni una industria
sólida, es poco menos que un suicidio. Adicionalmente, la sociedad colombiana
está enfrentando en ese momento la arremetida feroz del narcotráfico que
durante muchos años había tolerado entre medrosa y complaciente.
En
medio de esas condiciones se presenta, otra vez, la confrontación entre dos
modelos de sociedad y de política. De un lado están aquellos que desde la
demagogia y la provocación proponen la última versión del macroproyecto
conservador que ha sido hegemónico en este país a lo largo de su historia independiente.[ix]
Este último que busca asegurar una vez más los privilegios para las elites
dominantes en medio de una sociedad desigual se presenta con el nombre de “La
Seguridad Democrática”. Su entroncamiento histórico ideológico está en la
llamada “doctrina de la seguridad nacional” propuesta por el gobierno de los
EEUU a comienzos de los años ochentas. Toda esa doctrina y los consecuenciales
proyectos políticos que se derivan de ella, están basados en la idea de la
seguridad como un derecho que incluso se impone al derecho a la vida, según lo
proclaman, sin pudor alguno, los adalides de “La Seguridad Democrática.” De
otro lado, están los que proponen una democracia abierta que enfrente de una
manera decidida la desigualdad y la injusticia en la cual está y ha estado
inmersa la sociedad colombiana desde el comienzo mismo de nuestra vida
“independiente.” Como espero hacerlo explícito en el siguiente apartado, estos
dos proyectos de sociedad difieren sustancialmente en todas y cada una de sus tesis
básicas, pero la diferencia se hace mucho más evidente cuando aquello que está
a consideración es la concepción que se tiene de la democracia.
El corpus
Me propongo examinar un corpus compuesto
por dos piezas discursivas que para mi concepto son estratégicas en el contexto
de la lucha a la que hemos asistido en los últimos veinte años de una manera
más o menos implícita y de una forma explícita a partir del año 2002 cuando se
inició el primero de los dos gobiernos del ahora ex presidente Uribe. La
primera de esas piezas discursivas está dada por las palabras que el entonces
Presidente de la República pronuncia en el marco de una ceremonia protocolar en
la cual se iba a dar posesión al nuevo comandante de la Fuerza Aérea
Colombiana. El discurso se da el 8 de septiembre de 2003. La segunda pieza está
se constituye a partir de lo expresado por Carlos Gaviria Díaz, Presidente del
Polo Democrático Alternativo para inaugurar el II Congreso Nacional del citado
partido. La fecha de realización en este caso es 27 de febrero de 2009.
Pienso que estas dos piezas son
ilustrativas porque muestran con claridad meridiana las estrategias discursivas
a las que recurren los dos oradores en la búsqueda más o menos deliberada de
sus propósitos en medio de la lucha política en la cual están inscritos, tal
vez más allá de su voluntad pero no de
su deseo.
En el caso del Expresidente Uribe es muy
evidente el uso reiterado de la provocación, en tanto que él está mostrando de
una manera ostensible que tiene una imagen desfavorable de sus contradictores y
no ahorra palabras para hacérselos saber, buscando en todo momento llevarlos al
terreno de la confrontación directa en donde abundan las falacias. (La patria necesita que la Fuerza Aérea ayude
a liberarla de la pesadilla de los terroristas, y usted desde hoy tiene la
máxima responsabilidad, señor general Lesmez). El expresidente está permanentemente
sacando conclusiones de premisas que no ha sustentado debidamente. Parejo con
ello parece estar preso de aquello que los psicoanalistas llaman “pulsión de
divinidad” en tanto está convencido de ser el único que puede resolver los
muchos problemas de la sociedad colombiana. Junto a esa provocación aparece la
demagogia en la medida en que pretende hacerle creer al grueso de los
colombianos que los intereses de ese colectivo son exactamente iguales a los
suyos. Un ejemplo claro está en la noción de seguridad, que es presentada como
de interés general, cuando toda su estructuración muestra que la seguridad que
interesa a Uribe y los suyos es la de las elites, especialmente la de la
fracción terrateniente.
En el caso del Exmagistrado Carlos Gaviria
está claro que recurre a la ironía más que a la misma provocación, que sin
embargo no está ausente de sus palabras. Mostrando de una forma muy directa su
procedencia del mundo académico, muestra un lenguaje que está tomando cierta
distancia de lo coloquial y cotidiano. De allí que enfatice en el carácter de
construcción colectiva que tiene el proyecto político del cual es vocero.
Mientras Uribe hace ostensible a cada momento que está expresando sus
convicciones, Gaviria reitera una y otra vez que la enunciación del proyecto de
la izquierda democrática es su responsabilidad, la construcción de éste le
compete a un colectivo social que sobrepasa con creces las estrechas fronteras
de una organización política partidista. A cambio de una eufemística alusión a
la patria que incluso busca ser presentada como una cierta presencia sagrada,
en el discurso de Gaviria están presentes de cuerpo entero los grupos sociales
a los cuales el sector de los actores políticos que aparecen expresados en su
uso concreto piensan que es preciso reivindicar: los obreros, los campesinos
sin tierra, los jóvenes y las mujeres.
1.
“La
Patria necesita que la Fuerza Aérea ayude a liberarla de la pesadilla de los
terroristas, y usted desde hoy tiene la máxima responsabilidad, señor general
Lesmez. A Nohra, su esposa, a sus hijos, María Angélica y Juan Felipe, a su
madre, Doña Ligia Abad de Lesmez, a su hermano Carlos y a toda su familia,
nuestra gratitud por acompañarlo y apoyarlo en esta gran tarea.”[1]
2.
“Esta
semana es la Semana de los derechos humanos. Por supuesto, esta política de Seguridad Democrática es una
política de Derechos Humanos.”
3.
“Esta
política es Democrática para que sea sostenible. Su sostenibilidad depende de
su eficacia y de su transparencia. Si esta política la hacemos con
transparencia, con buena fe, con patriotismo, la opinión pública siempre nos
acompañara, no obstante las voces que tratan de desorientarla.”
4.
“Colombia
tiene que entrar en reflexión. Por ejemplo, entre los críticos yo observo
teóricos de quienes discrepo, pero a quienes respeto. Observo organizaciones
respetables de derechos humanos, que tienen todo el espacio en Colombia y
tienen que gozar de toda la protección de nuestras instituciones. Y observo
también escritores y politiqueros que finalmente le sirven al terrorismo y que
escudan cobardemente en la bandera de los derechos humanos. Les da miedo
confesar sus aspiraciones políticas y entonces tienen que esconderse detrás de
la bandera de los derechos humanos.”
5.
“
Nuestra Fuerza Pública jamás tiene la menor inclinación a igualarse con los
terroristas en su desprecio por los derechos humanos. Por eso, mientras las
Farc y el terrorismo que la acompaña, mientras la organización terrorista todos
los días viola los derechos humanos, aquel sector politiquero de los derechos
humanos sale a defender a las Farc con el pretexto de defender los derechos
humanos.”
6.
“Segundo
punto de mi discrepancia. Esta no es una guerra. Este no es un conflicto. Esta
es una democracia garantista al servicio de 44 millones de ciudadanos,
desafiada por unos terroristas ricos.”
7.
“
Nuestra decisión es proteger a los activistas de los derechos humanos, mantener
un diálogo con ellos, discrepar con ellos cuando no los asista la razón.”
8.
“Estos
señores pueden saber que aquella determinación de derrotar al terrorismo y a
sus secuaces, que una de nuestras decisiones políticas es aislar al terrorismo
y que para aislarlo vamos a capturar a todos aquellos que delinquen por
complicidad o por ocultamiento.”
9.
“Repito
hay tres críticos, unos críticos teóricos que repetamos pero no compartimos su
tesis de la debilidad. Unas organizaciones serias de Derechos Humanos, que
respetamos y acogemos con las cuales mantendremos permanente diálogo para
mejorar lo que hay que mejorar. Y unos traficantes de los Derechos Humanos que
se deberían quitar de una vez por todas su careta, aparecer con sus ideas
políticas y dejar esa cobardía de esconder sus ideas políticas detrás de los
Derechos Humanos.”
10.
“El
repudio a la lucha armada. Cuando se dice que en la conformación del Polo han
confluido todos los sectores de la izquierda democrática, se quiere significar
que se ha suscrito entre todos ellos un acuerdo intangible e irrevocable; queda
poscrito el empleo de las armas, o la dhesión a quienes las emplean, en la
búsqueda de las hondas transformaciones que a nuestro juicio requiere la
sociedad colombiana para materializar lo que la carta del 91 establece: la
democracia, el pluralismo, el pluriculturalismo, la vigencia de los derechos y
la protección de la dignidad humana, como axiomas inconcusos, a partir de los
cuales es imperativo construir un país, a contramano del vergonzoso que hoy
tenemos.”
11.
“Reiteramos
más allá del cansancio, que todos los sectores políticos que conforman el Polo
repudian y condenan el crimen como instrumento vitendo, desligitimante aún de
resultados que podrían juzgarse deseables, buscados por otros medios.”
12.
“Es esa
fortaleza ética, la que nos adjudica autoridad indiscutible para condenar al
gobierno cuando siguiendo los mismos caminos tortuosos de su contraparte y mediante
actos horrendos al margen de la moral y el derecho se obstina en que en función
de su política de seguridad todo se vale, incluso los “falsos positivos”
expresión eufemística usada para no llamar por su nombre, atroces asesinatos
cometidos por miembros de la fuerza pública, para merecer ascensos y gabelas
dentro de la institución.”
13.
“y
saber que el responsable directo de semejantes atrocidades lo designaron los
medios periodísticos “el personaje del año” y sus conmilitones esperan que
renuncie para ungirlo como aspirante a la Presidencia de la República, si su
jefe absoluto da por satisfecha su insaciable “libido imperandi.”
14.
“Nos
tocó en suerte, o mejor, nos cupo la desventura de enfrentar un proyecto
político inteligente y coherentemente dirigido a consolidar un statu quo injusto,
inequitativo y excluyente, previa anestesia de los damnificados, que en su
mayoría aún le prestan apoyo porque ha prometido quien lo encarna, poner
término a un viejo conflicto (cuya existencia niega), que por la crueldad que reviste,
se ha convertido en la prioridad primera de la opinión nacional.”
15.
“A este
proyecto, cuidadosamente pensado y diestramente diseñado, es al que debemos
oponernos con toda la fuerza dialéctica, pedagógica y democrática de que seamos
capaces, condúzcalo quien lo conduzca, porque en él, Uribe puede ser la cabeza
más visible, pero hay a su lado pintorescos clones o caricaturas suyas,
ansiosos de empuñar las mismas impúdicas banderas.”
16.
“Si nos
proclamamos, sin rubor, un partido de izquierda, es porque hemos decidido que
nuestra causa es la de los débiles, la de los marginados, la de los excluidos,
la de las víctimas del conflicto, la de los desplazados- dentro y fuera de
Colombia- y la de los que con mayor o menor conciencia del rumbo que lleva el país, tienen que
sumarse nuestra lucha dirigida a erradicar la miseria, a reducir la pobreza y a
garantizar que no haya una sola persona
excluida de la educación, de la salud, de la vivienda digna y de la
alimentación congrua.”
El Análisis
En la medida en que sometamos el corpus
anterior a un análisis, podemos plantear una serie de observaciones que espero
poder plantear de la manera más clara que me sea posible.
Si comparamos las
dos piezas discursivas en cuestión lo primero que es necesario decir es que se
diferencian clara y ostensiblemente por el ethos del orador. En el caso del ex
presidente Uribe es casi obvia una actitud basada en la estrategia de la provocación.
Está claro que más allá de algunas expresiones abiertamente demagógicas Uribe expresa
todo el tiempo que tiene una imagen negativa de sus contradictores y se las
hace conocer de una manera bastante agresiva. En cambio Gaviria teniendo del
Presidente una imagen bastante negativa, lo que intenta controvertir son las
tesis y no la persona misma del Presidente. Mientras Uribe está reiterando todo
el tiempo sus ataques a las personas, incurriendo con ello en la falacia “Ad
hominen” Gaviria intenta recabar en el proyecto, reconociendo el papel
protagónico que tiene su contradictor sin llegar al extremo de expresar la
creencia equivocada de muchos que equiparan a Uribe con el proyecto político de
“La Seguridad Democrática.”
En otros textos he
señalado la recurrencia permanente por parte del ex presidente a un lenguaje
“popular” y coloquial que no logra disimular la agresividad que siempre lo ha
caracterizado. Uno puede encontrar en muchas piezas discursivas realizadas por
Uribe el uso reiterado, casi compulsivo del topoi “Patria”. Esta forma de
utilizar esa noción parece sugerir que el orador tener la más genuina y
autentica percepción de lo que significa de patria. En todo caso parece estar
convencido de que su punto de vista sobre esta y otras nociones es la única
correcta. Resulta inevitable recordar la tesis de Protágoras según la cual en
un proceso argumentativo todos los puntos de vista pueden ser correctos. Por
ello, el hecho de que uno de los interlocutores termine persuadiendo a sus
contradictores no significa que él y solo él tiene la razón. Uribe incumple con
este postulado cuando señala: “Nuestra
decisión es proteger a los activistas de los derechos humanos, mantener un
diálogo con ellos, discrepar con ellos cuando no los asista la razón. Dicho
más exactamente el ex presidente se reserva el monopolio de la razón.
Esta convicción
vuelve a aparecer cuando afirma que si los que están comprometidos en el
proyecto político obran con transpariencia la opinión pública los acompañara,
“no obstante las voces que tratan de desorientarla.” Es decir, no solo
tienen la razón, sino que son los únicos capaces de orientar la sociedad
colombiana de una manera acertada. En otra ocasión (curiosamente también en una
ceremonia militar) planteó algo que aparece como una fina comprensión de los
poderes de la argumentación: “En un país de opinión, lo único que no podemos
perder es la confianza de la gente.” Todos los esfuerzos del ex presidente
están dirigidos a reiterar la importancia vital de la seguridad sobre otros
derechos de los ciudadanos. Su discurso siempre se ha orientado a fortalecer un
imaginario colectivo del odio y del miedo que justifique plenamente que él y
sus aliados han escogido, en la perspectiva de una visión conservadora,
confesional y maniquea de la sociedad. Nosotros somos los buenos, los otros son
los malos y, además, están equivocados.
A diferencia de lo
anterior el discurso de Gaviria está lleno de un lenguaje muy elaborado que
muestra de manera evidente el carácter de académico que subyace en el político
que habla. Su discurso, partiendo de la coyuntura, logra, sin embargo,
superarla con creces cuando plantea los temas gruesos de la vida social. En sus
palabras hay contenida una concepción de la democracia considerada como
pluralidad y diversidad, como contradicción y antagonismo. Mientras las elites
dominantes, en sus sectores más abiertamente conservadores intentan ignorar la
contradicción y el antagonismo como sustentos filosóficos y argumentativos de
una vigencia plena de la democracia, la izquierda democrática busca sustentar
en ese antagonismo que no puede convertir al otro en algo distinto a
contradictor. Si tenemos en cuenta lo que distintos teóricos de la retórica han
intentado sostener desde los Sofistas de que lo sustancial en los procesos argumentativos
es el reconocimiento del otro, de aquel que no he sido ni seré, pero cuya
presencia real y efectiva me define en mi mismo, diferente de lo que él es,
pero no más ni menos. Si reconocemos la importancia radical de la otredad,
entonces tendremos que reconocer que en Colombia lo que se impone es la mirada
de Narciso en el espejo. Lo que vamos a encontrar es esa mirada de uno sobre si
mismo. La mirada del que es incapaz de mirar fuera de si. Es decir al otro.
Las Conclusiones
- La
pieza discursiva del Ex Presidente Álvaro Uribe Vélez, seleccionada entre
las muchas que hizo en sus dos periodos de gobierno, permite ilustrar esa
tesis planteada por el periodista liberal Luís Tejada en 1922 de que Colombia
es un país esencialmente conservador en todos los órdenes de la vida
social, pero especialmente en lo que respecta a la política.
- El
discurso del Ex Magistrado Carlos Gaviria Díaz, por el contrario muestra
su afiliación a una tradición laica y civilista que viene desde el siglo XIX
con los numerosos pronunciamientos de los Radicales. Lo que parece
ostensible allí es una defensa de la ley. Resulta poco menos que obvio que
sea Gaviria Díaz quien lo exprese con la autoridad que le da su formación
jurídica.
- Una
de las implicaciones que parece tener esa tendencia conservadora dominante
en el imaginario colectivo de los colombianos, de la cual Uribe Vélez no
es más que uno de sus voceros, es que está sociedad ha terminado por ser
secularmente violenta al cerrar los canales que le servirían para las
confrontaciones fluyan de una manera que permita ver al otro como
contradictor y no como enemigo.
- En
los últimos veinte años hemos asistido al resurgimiento del macroproyecto
conservador que ha sido hegemónico en la sociedad colombiana durante casi
toda nuestra historia. Ello hace que aparezca como una cierta línea de
acción recurrente entre nosotros que tiende a constituirse como
estructural
- Una
línea de expresión de ese discurso conservador es la que aparece como
título de este artículo: la construcción del odio y del miedo en el
horizonte ideológico de los colombianos. Por eso, la única posibilidad que
tenemos de superar esa dialéctica es fortaleciendo la pluralidad y la
contradicción como características de la democracia que queremos vivir.
Bibliografía
- ACOSTA
VALENCIA, Gladys Lucía y GARCÉS MONTOYA; Ángela Piedad. Participación
política juvenil. Sello
Editorial Universidad de Medellín.
Medellín. 2012.
- BOTERO
TORRES, Raúl. El lenguaje, un problema contemporáneo. Sello
Editorial Universidad de Medellín.
Medellín. 2008
- FAIRCLOUGH,
Norman. Lenguaje y poder. Editorial
Longman. Londres. 1989.
- VAN
DIJK, Teun A.(Comp) El discurso como interacción social. Editorial Gedisa. Barcelona. 2000.
- ………………........... Ideología. Editorial Gedisa. Barcelona. 2005
- RAMÍREZ
P, Luis Alfonso y ACOSTA V, Gladys Lucía (Compiladores, Editores) Estudios
del discurso en Colombia. Sello
Editorial Universidad de Medellín.
Medellín. 2005.
[1] Las primeras nueve citas corresponden al
discurso pronunciado por el Ex Presidente Uribe el 8 de septiembre de 2003. Es
ostensible en sus palabras un tono provocador que como ya lo señale busca
llevar sus contradictores a su espacio de significación que no es otro que
aquel que defiende la defensa de las elites, presentándolo como una querella en
pro de todos los colombianos. Las siguientes siete citas corresponden al
discurso de Carlos Gaviria Díaz y en ellas es explícito un afán por marcar
diferencias desde lo puramente lexical hasta lo ideológico que es presentado a
la manera de una disertación pedagógica.
[i] En adelante me referiré a esta opción teórico-metodológica como
ACD.
[ii] Por supuesto que me refiero a la propuesta de La Seguridad
Democrática que Uribe ha defendido con tal vehemencia que su nombre ha sido
equiparado al de la propuesta cuyo origen es, pese a todas las apariencias,
social.
[iii] Me
refiero a una tesis de Maestría en estudios Políticos de la UdeA escrita por
Catalina Montoya Gómez cuyo título es “Álvaro Uribe y la nueva dramaturgia
política (El presidente construido y narrado en los noticieros de televisión).
[iv] Hace muchos años Roman Jakobson planteó en
uno de sus libros cómo ese uso efectivo de los lenguajes tenía el doble
carácter de una apropiación y de una devolución. Señalaba también que la
primera tenía las características de una selección dada en el momento de
empezar y la segunda, la de una devolución que significa el silencio.
[v] Los sicoanalistas han trabajado durante
muchos años esta diferencia y nos mostrado con absoluta claridad el papel que
juega en todo este proceso el inconsciente. Sin embargo, ellos, en última
instancia lo que hacen es inscribirse en una tradición muy rica en Occidente.
En ella hay muchos nombres. Uno de ellos es Baruch de Spinoza quien tiene allí
un papel protagónico. Para entender su importancia, recuérdese, por ejemplo,
esa frase suya: “Aquellos que creen que obran según su propio arbitrio, sueñan
con los ojos abiertos.”
[vi] Soy consciente de que desarrollar plenamente
esta idea me alejaría demasiado del análisis crítico y me llevaría a predios de
la lingüística teórica, sobre todo en su versión chomskiana.
[vii] Es a
Ernesto Laclau y a Chantal Mouffe a quienes más le debemos todos en este tema
de la construcción de los procesos identitarios en las condiciones actuales.
Ellos, a partir de una perspectiva anti-esencialista han mostrado con mucha
claridad las vicisitudes de este proceso.
[ix] Entre los cuatro proyectos políticos que han
identificado nuestra historia política contemporánea, solo el de La República
Liberal que se trató de implementar entre
1930 y 1946 escapa al propósito de hacer de este país uno que esté
dominado por el confesionalismo de todo tipo.
Nota biográfica
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario