domingo, 23 de agosto de 2015

LA CONSTRUCCIÓN DISCURSIVA DEL ODIO Y DEL MIEDO EN COLOMBIA


LA CONSTRUCIÓN DISCURSIVA DEL  ODIO Y DEL MIEDO EN LA COLOMBIA CONTEMPORÁNEA


Raúl Botero Torres
Departamento de Ciencia Política-Facultad de Ciencias Humanas y Económicas
Universidad Nacional de Colombia (Medellín)

Resumen

Una aproximación a los procesos de argumentación política que se han dado en la Colombia contemporánea, por modesta que pueda resultar, tiene que considerar una serie de presupuestos teórico-metodológicos mínimos. En este caso éstos están presentes desde El Análisis Crítico del Discurso, más exactamente devienen del componente retórico de opción multidisciplinar. Metodológicamente se consideran esenciales el método histórico y el hermenéutico en tanto que se abordan los procesos argumentativos en su doble condición de empíricos y discursivos. La tesis básica que intento desarrollar es que en la Colombia contemporánea hay un resurgimiento muy enfático del macroproyecto conservador que ha identificado la historia política de este país. Dicho macroproyecto se sustenta en la construcción imaginaria del odio y del miedo. Pretendo a partir del análisis de un corpus de piezas discursivas, que considero claves en el lapso histórico que va de 1991 a 2010, sustentar la tesis propuesta.

Palabras clave: Argumentación, imaginario político, conservatismo, persuasión,  falacias, democracia.

Abstract

An approximation, even a very modest one, to the processes of political argumentation that have occurred in the recent history of Colombia has to consider a minimum series of theoretical and methodological considerations. In this case these elements are present within the Critical Analysis of Discourse, more precisely arising from the rhetoric component, of multidisciplinary option.  Methodologically, the historical and hermeneutic methods are considered essential to approach the argumentative processes in its double nature, empiric and discursive. The basic idea that I try to develop is that recently in Colombia there is a very emphatic resurgence of the conservative macro project that has marked the political history of the country. This macro project is based on the imaginary construction of hate and fear. I intend to sustain the former conclusion based on a collection of discursive pieces in the time lapse between 1991 and 2010.

Key Words: Argumentation, political imaginary, conservatism, persuasion, fallacy, democracy.


Introducción

Hoy, a comienzos de la segunda década del siglo XXI los estudios sobre el discurso político siguen siendo bastante precarios entre nosotros. A diferencia de lo que sucede en países como México y Argentina, en Colombia sólo pueden reseñarse esfuerzos individuales, sin duda meritorios, pero que no tienen, ni de lejos, la fuerza de una tendencia teórica definida en los contextos de los estudios sobre el lenguaje o los de las ciencias sociales. Si a lo anterior, le adicionamos el componente del Análisis Crítico del Discurso, entonces el panorama es mucho más precario.
Entre los esfuerzos individuales hay que destacar en primer término el nombre de Justo Morales Álvarez y María Teresa Cortés, quienes se han dedicado durante muchos años al análisis de los discursos que las elites dominantes han producido a lo largo de las últimas décadas sobre los grupos insurgentes, que, como cualquiera puede suponerlo, generan un dispositivo discursivo que aparece replica del que expresa a esas elites ya mencionadas. Los profesores Morales y Cortés evidencian en sus trabajos una convicción que resulta nodular en el campo del Análisis Crítico del Discurso.[i] Esa convicción alude al carácter de práctica social que siempre reviste la práctica lingüística. A mi juicio esto resulta muy importante en los trabajos de los citados colegas y de otros, porque pone de presente la dimensión de construcción colectiva que tiene todo lenguaje, incluso aquel que en su estructura de superficie aparece como más íntimo y personal.
Un segundo nombre que quiero mencionar en este punto es de la profesora Gladys Lucía Acosta Valencia. Sus trabajos sobre el tema de la participación política pienso que lo ameritan ampliamente. Lo pienso, en tanto que la profesora Acosta aborda el tema de la participación desde una doble perspectiva dada por los trabajos de Patrick Charaudeau y Teun Van Dijk. Más exactamente, desde la noción de contrato comunicativo que ha propuesto desde hace tiempo el primero de ellos y desde la noción de ideología que durante muchos años ha desarrollado teóricamente y ha aplicado el segundo. La profesora Acosta ha centrado sus trabajos de este tipo en el ámbito empírico de la ciudad de Medellín, pero sus propuestas metodológicas desbordan con creces esos límites geográficos. Los resultados de su trabajo pueden y deben ser enriquecidos por la discusión, porque están ahí, sobre la mesa de trabajo para un debate abierto.
La Universidad Javeriana le publicó en el año 2001 al profesor Fernando Giraldo García un texto sobre el discurso político de la Unión Patriótica, centrado en la percepción que este grupo político tenía de la democracia. Este libro viene a complementar que el mismo profesor Giraldo había publicado por su propia cuenta y riesgo, exactamente diez años antes y que curiosamente apareció como más ambicioso, pues aludía al discurso político de la izquierda en general. Desde nuestra perspectiva de trabajo hay un elemento que hemos de considerar: el profesor Giraldo no trabaja desde la perspectiva del ACD. Quizá por ello, su trabajo resulta muy descriptivo y se ubica teóricamente muy lejos del intento por enfrentar  la recuperación simbólica de lo real que resulta estratégico para los intereses del análisis crítico.
En los últimos diez años han aparecido trabajos de algunos colegas que bien pudiéramos considerar como “compañeros de viaje”, en la medida en que abordan los temas del discurso político desde perspectivas teóricas y metodológicas muy cercanas al ACD, pero que siguen siendo diferentes a las que esta propuesta multidisciplinar está ofreciendo desde mediados de la década de los años setentas cuando colegas como Teun Van Dijk, Ruth Wodak y Norman Fairclough se reunieron en Amsterdam para conjugar esfuerzos y trazar los límites de lo que hoy tenemos.
Entre esos nombres podemos citar el de Rafael Ballen, quien con su texto sobre Álvaro Uribe se ubica en la perspectiva de un análisis teórico de la propuesta política que éste ha defendido desde hace por lo menos veinte años, pero que se hizo conocida para muchos colombianos en los últimos diez años.[ii] Un segundo nombre que puede citarse es el de Silvia Inés Jiménez Gómez, que en el año 2004 participó en el III Congreso Nacional de Estudios del Discurso, con un trabajo sobre la dimensión retórica en el discurso de Álvaro Uribe Vélez sobre el conflicto armado. En tercer lugar, quiero citar el nombre de Catalina Montoya Gómez, cuya tesis de maestría sobre la relación del ex presidente Uribe con los medios merece una lectura atenta, en tanto revela de manera explícita que la imagen que muchos colombianos tienen del ex mandatario es una construcción desde lo imaginario que poco o nada tiene que ver  con lo que sucede en el mundo real.[iii] Finalmente, me gustaría citar el nombre de Laura Quintana Porras quien con su reflexión sobre los temas de la democracia, el conflicto y la violencia desde las posibilidades que brinda el examen sobre el grupo “Marcha Patriótica” desde la Filosofía Política, marca un hito importante en los estudios que en Colombia se han dado sobre los procesos políticos.
Más allá o más acá de estos nombres, subsiste una pregunta:¿ Por qué en Colombia no ha logrado cimentarse una tradición crítica que examine con rigor y objetividad los procesos políticos en su dimensión argumentativa? Llama la atención esta falencia colectiva porque para nadie es un secreto que esas prácticas políticas comportan una recurrencia permanente a las estrategias y a las figuras retóricas. Parece por lo menos curioso que esto suceda porque una rápida revisión de la historia política del país en los últimos cien años nos muestra la importancia que han tenido para los políticos de todas las tendencias los medios masivos de comunicación. Aún ubicándose en el terreno cenagoso del sentido común, esos políticos pueden de alguna manera saber que esos medios no existirían sin los lenguajes y sobre todo, sin la capacidad persuasiva que estos ostentan.

EL MARCO TEÓRICO

Desde la presentación inicial del artículo señalé que mi perspectiva estaba dada por el ACD en términos macro y por su componente retórico en términos micro. Me parece necesario en este punto sustentar porque ambas posibilidades sustentan el examen que pretendo hacer.
Como lo señalé un poco más atrás la corriente multidisciplinar del ACD irrumpe en los contextos de las ciencias del lenguaje y más allá de éste en el de las ciencias sociales a mediados de la década de los años setentas. No pretendo, por razones que resultan casi obvias, hacer una historia de este proceso. Me interesa, en cambio, señalar de la manera más precisa que me sea posible reseñar los elementos constitutivos del análisis crítico como posibilidad real y objetiva de entender el cúmulo de implicaciones que tiene el ACD. Pienso que esto último resulta mucho más interesante en la medida en que permite evaluar su impacto en el contexto histórico social que nos ha competido vivir, pero también en ese contexto más particular de las llamadas ciencias del lenguaje.
Para adelantar esa evaluación que me propongo hacer pienso que el punto de partida para el análisis es aquel presupuesto que distintos teóricos, inscritos todos en el ACD, han planteado desde el comienzo. Ese presupuesto alude de manera explícita al carácter social de toda práctica lingüística. Pienso que es importante empezar por allí en tanto es esa consideración la que en última instancia nos va a permitir subrayar en el nodo de relaciones que se establece cada que unos sujetos hacen uso efectivo de los lenguajes. Hacer uso de un lenguaje es, desde la perspectiva del ACD, establecer los límites y las posibilidades que brinda ese doble acto de apropiación y de devolución respecto del mundo real. Dicho de otra manera, cada vez que un sujeto o un grupo de sujetos hace uso efectivo de un lenguaje lo que se pone en ejecución es un dispositivo múltiple que genera unas formas de valor que van desde lo simbólico hasta lo imaginario.[iv] 
Cuando uno se centra en el análisis crítico uno puede reconocer con cierta facilidad tres elementos nodulares o centrales, que son la Ideología, la Historia y el Discurso. Esas tres nociones están tan estrechamente relacionadas que es necesario considerar a cualesquiera de ellas en relación con las otras dos. Sin embargo, una primera aproximación permite una cierta individualización y a ella me acojo.
Empiezo por el tercero de esos conceptos. A lo largo de los últimos cuarenta años se han hecho muchas elaboraciones sobre la noción de discurso que lo abordado en distintas direcciones y grados. Me gustaría señalar aquí y ahora una concepción del discurso según la cual éste significa lo efectivamente expresado por un sujeto en medio de un contexto sico-social. Este uso empíricamente determinable discurre simultáneamente en dos niveles, según lo ha propuesto Patrick Charaudeau en un texto suyo sobre el contrato comunicativo. Me parece importante esta noción de discurso en tanto que apunta a la construcción de la realidad, diferenciada de la categoría de lo real.[v] En esa práctica generadora de sentido que es la práctica discursiva es preciso reconocer las múltiples y complejas relaciones tejidas entre los sujetos que usan efectiva y materialmente los sistemas y éstos propiamente dichos. Los unos dotados de voluntad, pero sobre todo de deseo, ofrecen a los segundos una posibilidad de conversión que lleva de lo abstracto a lo concreto. Los otros, ofrecen a los primeros una gama de matices tan amplia que es imposible describir sumariamente. De alguna manera es como si pudiéramos conjeturar que los individuos de la especie humana disponen de unos mecanismos en su mente-cerebro que usan efectivamente en un contexto social, en la medida en que éste les brinda un espectro de posibilidades de ejecución.[vi]
Teun A van Dijk en un texto del cual figura como compilador y autor señala lo siguiente:

El discurso, sin embargo, tiene otra dimensión fundamental que recibió menos atención en el primer volumen y que será centro de atención especial en el segundo. Se trata del hecho de que el discurso es, también, un fenómeno práctico, social y cultural. Como vimos en nuestro ejemplo del discurso parlamentario, los usuarios del lenguaje que emplean el discurso realizan actos sociales y participan en la interacción social, típicamente en la conversación y en otras formas de diálogo.” (2000: 21)
De esta alusión de van Dijk al discurso quiero destacar aquello de que el discurso es “también, un fenómeno práctico, social y cultural.” Lo subrayo, en tanto que me parece bastante claro el énfasis en el carácter social de esa producción discursiva. Repito, aún en aquellos casos en que parece ser competencia exclusiva de los individuos por su estructura de superficie íntima y personal. Igualmente, me parece importante enfatizar en la noción de actos sociales que tienen los actos de lenguaje. Más allá de ello, al carácter de interacción social que van Dijk le asigna a la conversación y, como él lo dice, a otras formas de diálogo.
Pero quizá hay precisión que resulta mucho más importante en relación con el discurso y es aquello de que en éste muchas de sus propiedades pueden ser descritas no solo como estructuras abstractas, sino también como “realizaciones estratégicas”. Otra vez van Dijk:

“Lo que es válido en lo referente a las estructuras del discurso lo es también para su procesamiento mental y para las representaciones requeridas en la producción y en la comprensión: la cognición tiene una dimensión social que adquiere, utiliza y modifica en la interacción verbal y en otras formas de interacción.”(2000: 22)

Según van Dijk hay un aspecto en el discurso que es preciso subrayar: es aquel que alude a las funciones sociales de los discursos en el interior de las instituciones, los grupos o la sociedad en general. Como bien se sabe esas funciones lo que explican de una manera que puede resultar satisfactoria es el conjunto de condiciones que respaldan las relaciones entre elementos al interior de un conjunto, de acuerdo con unas reglas y unos principios.
En segundo lugar, quiero aludir a la categoría Historia. En una primera aproximación a este elemento quisiera desligarme de manera explícita de aquella noción ingenua que asume la Historia como un recuento pormenorizado de hechos, nombres y fechas que han tenido lugar a lo largo y ancho del tiempo. Quiero, deliberadamente, entender la Historia como ese movimiento de lo real, cuyo análisis nos permite entender las regularidades y las rupturas que se han presentado efectivamente en el contexto de una sociedad determinada. En otras palabras, me interesa traer aquí una noción de Historia que si bien tiene en cuenta las variables tiempo y lugar, hace énfasis en las relaciones establecidas entre ellas y sobre en las cargas de sentido que estas generan en tanto que se están estableciendo.
Norman Fairclough es uno de los teóricos del ACD que más ha trabajado la perspectiva histórica. Por eso resulta tan importante retomar de sus obras nociones como las de representación e identidad. Resulta estratégico para los intereses del análisis en la medida en que constituyen la vía más expedita para entender porque los discursos son siempre construcciones históricamente determinadas que permiten a los sujetos y, sobre todo, a los grupos sociales apropiarse simbólicamente del mundo real, definiendo las líneas básicas de un proceso de significación siempre cambiante.
Para Fairclough los discursos permiten recuperar simbólicamente los movimientos de lo real en tanto que responden a una combinatoria que se fundamenta en una lógica relacional que resulta estratégica para los intereses del ejercicio analítico cada que alguien hace historia sobre la Historia; es decir, cada vez que alguien lleva a cabo un trabajo en el cual se combinan las dos acepciones de la noción de Historia: como movimiento de lo real que constituye formas de realidad en un tiempo y en un lugar que le resultan propios, y como análisis objetivo de esos movimientos en el propósito de develar las regularidades existentes. Fairclough lo señala muy claramente cuando afirma que: 

En realidad, un discurso real puede construirse a partir de dos o más tipos de
discursos, y en principio, las posibles combinaciones entre los tipos de discurso,
son innumerables. Más que como implementación mecánica, el discurso
debería pensarse como una ampliación creativa de los recursos existentes,
mediante recombinación…(1989: 31).[vii]
De esta cita quiero destacar el carácter de constructo que este autor le señala al discurso en una perspectiva teórica. Pienso que es importante subrayarlo porque nos exime a todos de caer en la tentación de creer que los discursos, considerados siempre como expresiones de lo real que terminan configurando una noción de realidad, de alguna manera nos pre-existen en el mundo social en el que vivimos. Lo que sucede es algo bien distinto: todos nosotros inscritos en el contexto múltiple y diverso de la Historia Social, vamos construyendo, más allá de nuestra voluntad, pero no más allá de nuestro deseo, una urdimbre de relaciones que siempre nos permiten definir una identidad que aunque precaria e inestable, es la única identidad que podemos tener.[viii]
Finalmente, quiero aludir a la noción de ideología. Lo que podamos entender por tal cosa resulta muy importante en el campo del ACD. Está siendo de tal manera porque se relaciona de una manera bastante compleja y diversa con la noción de poder, en todas aquellas variantes en que puede ser analizado desde esta perspectiva.
La noción de ideología al igual que la de Historia y la de Discurso ha sido abordada de muchas y contradictorias maneras. Entre todas las opciones existentes me parece convincente aquella que la entiende como la asunción de lo real desde los umbrales de lo imaginario. Esta acepción de la ideología es propuesta, por ejemplo, por Julia Kristeva en su libro sobre Artaud. Precisamente porque la ideología puede ser abordada de múltiples, diversas y a veces contradictorias maneras, es que tienen sentido las discusiones que en y por fuera de las teorías materialistas y dialécticas se han dado sobre el tema. Recuérdese, entre otras cosas, las muchas y a veces trágicas consecuencias que esas diferencias han traído en el campo del marxismo.
Desde Marx hasta los teóricos actuales ha ido siendo considerada como el resultado múltiple y complejo de las mediaciones operadas en los individuos y en los grupos sociales. Esas mediaciones a las que estoy aludiendo se pueden entender como la intervención bidireccional de lo uno en lo múltiple. El Materialismo Dialéctico le permitió a Marx dimensionar el carácter relacional de las ideologías. Más acá de Marx, teóricos como Ernesto Laclau y Teun A van Dijk han contribuido de distintas maneras y en diferentes grados a una explicación satisfactoria de la ideología.   


El marco histórico-social

El lapso histórico que me interesa considerar en este caso es ese que va de 1991 a 2010. Pienso en este tiempo que pertenece a nuestra más inmediata contemporaneidad por varias razones. La primera de ellas se deriva de una consideración hecha por Carlos Marx, según la cual en el presente están las claves del pasado. Pienso que puede resultar útil para el análisis histórico en tanto que nos exime de creer que un seguimiento lineal de los hechos puede darnos sin más una explicación de lo sucedido a través del tiempo en lo que tiene que ver con la historia política de este país.
            La época considerada arranca con dos hechos contradictorios entre sí. De un lado se trata de la expedición de la Constitución Política de 1991, considerada por muchos como la expresión constitucional más progresista y democrática que pudiéramos tener. Hay dos razones esta imagen es tan reiterada entre los colombianos. La primera de ellos tiene que ver con la incorporación de los llamados derechos fundamentales a un texto político y jurídico como este. La segunda, tiene que ver con la declaración de que Colombia a partir de ese momento es un Estado Social de Derecho. Esa constitución ha sufrido en los últimos veinte años numerosos ataques de los sectores más reaccionarios de las elites dominantes que se resisten a aceptar que la Colombia confesional que tuvimos durante más de cien años ya no existe, por lo menos en el plano formal. De otro lado está la propuesta neoliberal de una economía abierta completamente a las dinámicas del mercado internacional. Aunque se presenta como modernizante resulta siendo, en las condiciones reales del país, una tragicomedia. Abrirnos a los mercados mundiales cuando no tenemos una infraestructura ni una industria sólida, es poco menos que un suicidio. Adicionalmente, la sociedad colombiana está enfrentando en ese momento la arremetida feroz del narcotráfico que durante muchos años había tolerado entre medrosa y complaciente.
            En medio de esas condiciones se presenta, otra vez, la confrontación entre dos modelos de sociedad y de política. De un lado están aquellos que desde la demagogia y la provocación proponen la última versión del macroproyecto conservador que ha sido hegemónico en este país a lo largo de su historia independiente.[ix] Este último que busca asegurar una vez más los privilegios para las elites dominantes en medio de una sociedad desigual se presenta con el nombre de “La Seguridad Democrática”. Su entroncamiento histórico ideológico está en la llamada “doctrina de la seguridad nacional” propuesta por el gobierno de los EEUU a comienzos de los años ochentas. Toda esa doctrina y los consecuenciales proyectos políticos que se derivan de ella, están basados en la idea de la seguridad como un derecho que incluso se impone al derecho a la vida, según lo proclaman, sin pudor alguno, los adalides de “La Seguridad Democrática.” De otro lado, están los que proponen una democracia abierta que enfrente de una manera decidida la desigualdad y la injusticia en la cual está y ha estado inmersa la sociedad colombiana desde el comienzo mismo de nuestra vida “independiente.” Como espero hacerlo explícito en el siguiente apartado, estos dos proyectos de sociedad difieren sustancialmente en todas y cada una de sus tesis básicas, pero la diferencia se hace mucho más evidente cuando aquello que está a consideración es la concepción que se tiene de la democracia.
           

El corpus
Me propongo examinar un corpus compuesto por dos piezas discursivas que para mi concepto son estratégicas en el contexto de la lucha a la que hemos asistido en los últimos veinte años de una manera más o menos implícita y de una forma explícita a partir del año 2002 cuando se inició el primero de los dos gobiernos del ahora ex presidente Uribe. La primera de esas piezas discursivas está dada por las palabras que el entonces Presidente de la República pronuncia en el marco de una ceremonia protocolar en la cual se iba a dar posesión al nuevo comandante de la Fuerza Aérea Colombiana. El discurso se da el 8 de septiembre de 2003. La segunda pieza está se constituye a partir de lo expresado por Carlos Gaviria Díaz, Presidente del Polo Democrático Alternativo para inaugurar el II Congreso Nacional del citado partido. La fecha de realización en este caso es 27 de febrero de 2009.
Pienso que estas dos piezas son ilustrativas porque muestran con claridad meridiana las estrategias discursivas a las que recurren los dos oradores en la búsqueda más o menos deliberada de sus propósitos en medio de la lucha política en la cual están inscritos, tal vez  más allá de su voluntad pero no de su deseo.

En el caso del Expresidente Uribe es muy evidente el uso reiterado de la provocación, en tanto que él está mostrando de una manera ostensible que tiene una imagen desfavorable de sus contradictores y no ahorra palabras para hacérselos saber, buscando en todo momento llevarlos al terreno de la confrontación directa en donde abundan las falacias. (La patria necesita que la Fuerza Aérea ayude a liberarla de la pesadilla de los terroristas, y usted desde hoy tiene la máxima responsabilidad, señor general Lesmez).  El expresidente está permanentemente sacando conclusiones de premisas que no ha sustentado debidamente. Parejo con ello parece estar preso de aquello que los psicoanalistas llaman “pulsión de divinidad” en tanto está convencido de ser el único que puede resolver los muchos problemas de la sociedad colombiana. Junto a esa provocación aparece la demagogia en la medida en que pretende hacerle creer al grueso de los colombianos que los intereses de ese colectivo son exactamente iguales a los suyos. Un ejemplo claro está en la noción de seguridad, que es presentada como de interés general, cuando toda su estructuración muestra que la seguridad que interesa a Uribe y los suyos es la de las elites, especialmente la de la fracción terrateniente.

En el caso del Exmagistrado Carlos Gaviria está claro que recurre a la ironía más que a la misma provocación, que sin embargo no está ausente de sus palabras. Mostrando de una forma muy directa su procedencia del mundo académico, muestra un lenguaje que está tomando cierta distancia de lo coloquial y cotidiano. De allí que enfatice en el carácter de construcción colectiva que tiene el proyecto político del cual es vocero. Mientras Uribe hace ostensible a cada momento que está expresando sus convicciones, Gaviria reitera una y otra vez que la enunciación del proyecto de la izquierda democrática es su responsabilidad, la construcción de éste le compete a un colectivo social que sobrepasa con creces las estrechas fronteras de una organización política partidista. A cambio de una eufemística alusión a la patria que incluso busca ser presentada como una cierta presencia sagrada, en el discurso de Gaviria están presentes de cuerpo entero los grupos sociales a los cuales el sector de los actores políticos que aparecen expresados en su uso concreto piensan que es preciso reivindicar: los obreros, los campesinos sin tierra, los jóvenes y las mujeres.  

1.       “La Patria necesita que la Fuerza Aérea ayude a liberarla de la pesadilla de los terroristas, y usted desde hoy tiene la máxima responsabilidad, señor general Lesmez. A Nohra, su esposa, a sus hijos, María Angélica y Juan Felipe, a su madre, Doña Ligia Abad de Lesmez, a su hermano Carlos y a toda su familia, nuestra gratitud por acompañarlo y apoyarlo en esta gran tarea.”[1]
2.       “Esta semana es la Semana de los derechos humanos. Por supuesto,  esta política de Seguridad Democrática es una política de Derechos Humanos.”
3.       “Esta política es Democrática para que sea sostenible. Su sostenibilidad depende de su eficacia y de su transparencia. Si esta política la hacemos con transparencia, con buena fe, con patriotismo, la opinión pública siempre nos acompañara, no obstante las voces que tratan de desorientarla.”
4.       “Colombia tiene que entrar en reflexión. Por ejemplo, entre los críticos yo observo teóricos de quienes discrepo, pero a quienes respeto. Observo organizaciones respetables de derechos humanos, que tienen todo el espacio en Colombia y tienen que gozar de toda la protección de nuestras instituciones. Y observo también escritores y politiqueros que finalmente le sirven al terrorismo y que escudan cobardemente en la bandera de los derechos humanos. Les da miedo confesar sus aspiraciones políticas y entonces tienen que esconderse detrás de la bandera de los derechos humanos.”
5.       “ Nuestra Fuerza Pública jamás tiene la menor inclinación a igualarse con los terroristas en su desprecio por los derechos humanos. Por eso, mientras las Farc y el terrorismo que la acompaña, mientras la organización terrorista todos los días viola los derechos humanos, aquel sector politiquero de los derechos humanos sale a defender a las Farc con el pretexto de defender los derechos humanos.”
6.       “Segundo punto de mi discrepancia. Esta no es una guerra. Este no es un conflicto. Esta es una democracia garantista al servicio de 44 millones de ciudadanos, desafiada por unos terroristas ricos.”
7.       “ Nuestra decisión es proteger a los activistas de los derechos humanos, mantener un diálogo con ellos, discrepar con ellos cuando no los asista la razón.”
8.       “Estos señores pueden saber que aquella determinación de derrotar al terrorismo y a sus secuaces, que una de nuestras decisiones políticas es aislar al terrorismo y que para aislarlo vamos a capturar a todos aquellos que delinquen por complicidad o por ocultamiento.”
9.       “Repito hay tres críticos, unos críticos teóricos que repetamos pero no compartimos su tesis de la debilidad. Unas organizaciones serias de Derechos Humanos, que respetamos y acogemos con las cuales mantendremos permanente diálogo para mejorar lo que hay que mejorar. Y unos traficantes de los Derechos Humanos que se deberían quitar de una vez por todas su careta, aparecer con sus ideas políticas y dejar esa cobardía de esconder sus ideas políticas detrás de los Derechos Humanos.”
10.    “El repudio a la lucha armada. Cuando se dice que en la conformación del Polo han confluido todos los sectores de la izquierda democrática, se quiere significar que se ha suscrito entre todos ellos un acuerdo intangible e irrevocable; queda poscrito el empleo de las armas, o la dhesión a quienes las emplean, en la búsqueda de las hondas transformaciones que a nuestro juicio requiere la sociedad colombiana para materializar lo que la carta del 91 establece: la democracia, el pluralismo, el pluriculturalismo, la vigencia de los derechos y la protección de la dignidad humana, como axiomas inconcusos, a partir de los cuales es imperativo construir un país, a contramano del vergonzoso que hoy tenemos.”
11.    “Reiteramos más allá del cansancio, que todos los sectores políticos que conforman el Polo repudian y condenan el crimen como instrumento vitendo, desligitimante aún de resultados que podrían juzgarse deseables, buscados por otros medios.”
12.    “Es esa fortaleza ética, la que nos adjudica autoridad indiscutible para condenar al gobierno cuando siguiendo los mismos caminos tortuosos de su contraparte y mediante actos horrendos al margen de la moral y el derecho se obstina en que en función de su política de seguridad todo se vale, incluso los “falsos positivos” expresión eufemística usada para no llamar por su nombre, atroces asesinatos cometidos por miembros de la fuerza pública, para merecer ascensos y gabelas dentro de la institución.”
13.    “y saber que el responsable directo de semejantes atrocidades lo designaron los medios periodísticos “el personaje del año” y sus conmilitones esperan que renuncie para ungirlo como aspirante a la Presidencia de la República, si su jefe absoluto da por satisfecha su insaciable “libido imperandi.”
14.    “Nos tocó en suerte, o mejor, nos cupo la desventura de enfrentar un proyecto político inteligente y coherentemente dirigido a consolidar un statu quo injusto, inequitativo y excluyente, previa anestesia de los damnificados, que en su mayoría aún le prestan apoyo porque ha prometido quien lo encarna, poner término a un viejo conflicto (cuya existencia niega), que por la crueldad que reviste, se ha convertido en la prioridad primera de la opinión nacional.”
15.    “A este proyecto, cuidadosamente pensado y diestramente diseñado, es al que debemos oponernos con toda la fuerza dialéctica, pedagógica y democrática de que seamos capaces, condúzcalo quien lo conduzca, porque en él, Uribe puede ser la cabeza más visible, pero hay a su lado pintorescos clones o caricaturas suyas, ansiosos de empuñar las mismas impúdicas banderas.”
16.    “Si nos proclamamos, sin rubor, un partido de izquierda, es porque hemos decidido que nuestra causa es la de los débiles, la de los marginados, la de los excluidos, la de las víctimas del conflicto, la de los desplazados- dentro y fuera de Colombia- y la de los que con mayor o menor conciencia  del rumbo que lleva el país, tienen que sumarse nuestra lucha dirigida a erradicar la miseria, a reducir la pobreza y a garantizar  que no haya una sola persona excluida de la educación, de la salud, de la vivienda digna y de la alimentación congrua.”    



El Análisis

En la medida en que sometamos el corpus anterior a un análisis, podemos plantear una serie de observaciones que espero poder plantear de la manera más clara que me sea posible.
Si comparamos las dos piezas discursivas en cuestión lo primero que es necesario decir es que se diferencian clara y ostensiblemente por el ethos del orador. En el caso del ex presidente Uribe es casi obvia una actitud basada en la estrategia de la provocación. Está claro que más allá de algunas expresiones abiertamente demagógicas Uribe expresa todo el tiempo que tiene una imagen negativa de sus contradictores y se las hace conocer de una manera bastante agresiva. En cambio Gaviria teniendo del Presidente una imagen bastante negativa, lo que intenta controvertir son las tesis y no la persona misma del Presidente. Mientras Uribe está reiterando todo el tiempo sus ataques a las personas, incurriendo con ello en la falacia “Ad hominen” Gaviria intenta recabar en el proyecto, reconociendo el papel protagónico que tiene su contradictor sin llegar al extremo de expresar la creencia equivocada de muchos que equiparan a Uribe con el proyecto político de “La Seguridad Democrática.”
En otros textos he señalado la recurrencia permanente por parte del ex presidente a un lenguaje “popular” y coloquial que no logra disimular la agresividad que siempre lo ha caracterizado. Uno puede encontrar en muchas piezas discursivas realizadas por Uribe el uso reiterado, casi compulsivo del topoi “Patria”. Esta forma de utilizar esa noción parece sugerir que el orador tener la más genuina y autentica percepción de lo que significa de patria. En todo caso parece estar convencido de que su punto de vista sobre esta y otras nociones es la única correcta. Resulta inevitable recordar la tesis de Protágoras según la cual en un proceso argumentativo todos los puntos de vista pueden ser correctos. Por ello, el hecho de que uno de los interlocutores termine persuadiendo a sus contradictores no significa que él y solo él tiene la razón. Uribe incumple con este postulado cuando señala: “Nuestra decisión es proteger a los activistas de los derechos humanos, mantener un diálogo con ellos, discrepar con ellos cuando no los asista la razón. Dicho más exactamente el ex presidente se reserva el monopolio de la razón.
Esta convicción vuelve a aparecer cuando afirma que si los que están comprometidos en el proyecto político obran con transpariencia la opinión pública los acompañara, “no obstante las voces que tratan de desorientarla.” Es decir, no solo tienen la razón, sino que son los únicos capaces de orientar la sociedad colombiana de una manera acertada. En otra ocasión (curiosamente también en una ceremonia militar) planteó algo que aparece como una fina comprensión de los poderes de la argumentación: “En un país de opinión, lo único que no podemos perder es la confianza de la gente.” Todos los esfuerzos del ex presidente están dirigidos a reiterar la importancia vital de la seguridad sobre otros derechos de los ciudadanos. Su discurso siempre se ha orientado a fortalecer un imaginario colectivo del odio y del miedo que justifique plenamente que él y sus aliados han escogido, en la perspectiva de una visión conservadora, confesional y maniquea de la sociedad. Nosotros somos los buenos, los otros son los malos y, además, están equivocados.
A diferencia de lo anterior el discurso de Gaviria está lleno de un lenguaje muy elaborado que muestra de manera evidente el carácter de académico que subyace en el político que habla. Su discurso, partiendo de la coyuntura, logra, sin embargo, superarla con creces cuando plantea los temas gruesos de la vida social. En sus palabras hay contenida una concepción de la democracia considerada como pluralidad y diversidad, como contradicción y antagonismo. Mientras las elites dominantes, en sus sectores más abiertamente conservadores intentan ignorar la contradicción y el antagonismo como sustentos filosóficos y argumentativos de una vigencia plena de la democracia, la izquierda democrática busca sustentar en ese antagonismo que no puede convertir al otro en algo distinto a contradictor. Si tenemos en cuenta lo que distintos teóricos de la retórica han intentado sostener desde los Sofistas de que lo sustancial en los procesos argumentativos es el reconocimiento del otro, de aquel que no he sido ni seré, pero cuya presencia real y efectiva me define en mi mismo, diferente de lo que él es, pero no más ni menos. Si reconocemos la importancia radical de la otredad, entonces tendremos que reconocer que en Colombia lo que se impone es la mirada de Narciso en el espejo. Lo que vamos a encontrar es esa mirada de uno sobre si mismo. La mirada del que es incapaz de mirar fuera de si. Es decir al otro.
 
   
Las Conclusiones

  1. La pieza discursiva del Ex Presidente Álvaro Uribe Vélez, seleccionada entre las muchas que hizo en sus dos periodos de gobierno, permite ilustrar esa tesis planteada por el periodista liberal Luís Tejada en 1922 de que Colombia es un país esencialmente conservador en todos los órdenes de la vida social, pero especialmente en lo que respecta a la política.
  2. El discurso del Ex Magistrado Carlos Gaviria Díaz, por el contrario muestra su afiliación a una tradición laica y civilista que viene desde el siglo XIX con los numerosos pronunciamientos de los Radicales. Lo que parece ostensible allí es una defensa de la ley. Resulta poco menos que obvio que sea Gaviria Díaz quien lo exprese con la autoridad que le da su formación jurídica.
  3. Una de las implicaciones que parece tener esa tendencia conservadora dominante en el imaginario colectivo de los colombianos, de la cual Uribe Vélez no es más que uno de sus voceros, es que está sociedad ha terminado por ser secularmente violenta al cerrar los canales que le servirían para las confrontaciones fluyan de una manera que permita ver al otro como contradictor y no como enemigo.
  4. En los últimos veinte años hemos asistido al resurgimiento del macroproyecto conservador que ha sido hegemónico en la sociedad colombiana durante casi toda nuestra historia. Ello hace que aparezca como una cierta línea de acción recurrente entre nosotros que tiende a constituirse como estructural
  5. Una línea de expresión de ese discurso conservador es la que aparece como título de este artículo: la construcción del odio y del miedo en el horizonte ideológico de los colombianos. Por eso, la única posibilidad que tenemos de superar esa dialéctica es fortaleciendo la pluralidad y la contradicción como características de la democracia que queremos vivir.  





Bibliografía

  1. ACOSTA VALENCIA, Gladys Lucía y GARCÉS MONTOYA; Ángela Piedad.  Participación política juvenil.  Sello Editorial Universidad de Medellín.  Medellín.  2012.
  2. BOTERO TORRES, Raúl.  El lenguaje, un problema contemporáneo.   Sello Editorial Universidad de Medellín.  Medellín.  2008
  3. FAIRCLOUGH, Norman.  Lenguaje y poder.  Editorial Longman.  Londres.  1989.   
  4. VAN DIJK, Teun A.(Comp)   El discurso como interacción social.  Editorial Gedisa.  Barcelona.  2000.
  5. ………………...........    Ideología.  Editorial Gedisa.  Barcelona.  2005  
  6. RAMÍREZ P, Luis Alfonso y ACOSTA V, Gladys Lucía (Compiladores, Editores)   Estudios del discurso en Colombia.  Sello Editorial Universidad de Medellín.  Medellín.  2005.



[1]  Las primeras nueve citas corresponden al discurso pronunciado por el Ex Presidente Uribe el 8 de septiembre de 2003. Es ostensible en sus palabras un tono provocador que como ya lo señale busca llevar sus contradictores a su espacio de significación que no es otro que aquel que defiende la defensa de las elites, presentándolo como una querella en pro de todos los colombianos. Las siguientes siete citas corresponden al discurso de Carlos Gaviria Díaz y en ellas es explícito un afán por marcar diferencias desde lo puramente lexical hasta lo ideológico que es presentado a la manera de una disertación pedagógica.




[i] En adelante me referiré a esta opción teórico-metodológica como ACD.
[ii] Por supuesto que me refiero a la propuesta de La Seguridad Democrática que Uribe ha defendido con tal vehemencia que su nombre ha sido equiparado al de la propuesta cuyo origen es, pese a todas las apariencias, social.
[iii] Me refiero a una tesis de Maestría en estudios Políticos de la UdeA escrita por Catalina Montoya Gómez cuyo título es “Álvaro Uribe y la nueva dramaturgia política (El presidente construido y narrado en los noticieros de televisión).
[iv]  Hace muchos años Roman Jakobson planteó en uno de sus libros cómo ese uso efectivo de los lenguajes tenía el doble carácter de una apropiación y de una devolución. Señalaba también que la primera tenía las características de una selección dada en el momento de empezar y la segunda, la de una devolución que significa el silencio.
[v]  Los sicoanalistas han trabajado durante muchos años esta diferencia y nos mostrado con absoluta claridad el papel que juega en todo este proceso el inconsciente. Sin embargo, ellos, en última instancia lo que hacen es inscribirse en una tradición muy rica en Occidente. En ella hay muchos nombres. Uno de ellos es Baruch de Spinoza quien tiene allí un papel protagónico. Para entender su importancia, recuérdese, por ejemplo, esa frase suya: “Aquellos que creen que obran según su propio arbitrio, sueñan con los ojos abiertos.”
[vi]  Soy consciente de que desarrollar plenamente esta idea me alejaría demasiado del análisis crítico y me llevaría a predios de la lingüística teórica, sobre todo en su versión chomskiana.
[vii] Es a Ernesto Laclau y a Chantal Mouffe a quienes más le debemos todos en este tema de la construcción de los procesos identitarios en las condiciones actuales. Ellos, a partir de una perspectiva anti-esencialista han mostrado con mucha claridad las vicisitudes de este proceso.
8. El carácter inestable y precario de las identidades ha sido desarrollado por Laclau y Mouffe.
[ix]  Entre los cuatro proyectos políticos que han identificado nuestra historia política contemporánea, solo el de La República Liberal que se trató de implementar entre  1930 y 1946 escapa al propósito de hacer de este país uno que esté dominado por el confesionalismo de todo tipo.


Nota biográfica



 Raúl Alberto Botero Torres.
Magister en Lingüística de la Universidad de Antioquia. Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia. Autor de la obra poética “Circunstancias”; de las obras ensayísticas en el campo de los estudios del lenguaje: “Los Trabajos de Penélope” y “El lenguaje un problema contemporáneo”. Su trabajo se da en el contexto de  la argumentación política.  





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